He de reconocer que este cardenal con mando en plaza valenciana me inspira, sé que tendría que abstenerme de hacerle propaganda; pero soy incapaz, cada dos por tres sus doctrinas me lanzan contra el teclado y la templanza se me derrumba.

Ha de constar que cuando ofició el funeral de Rita Barberá nos ofreció una retahíla de sentencias ante las cuales no quedaba más remedio que amordazarse, para guardar la compostura ante la familia; pero no me digan que expresiones como "condena pública injusta" porque ella tenía "fe inquebrantable", "haciendo el bien por el mundo y siendo testigo del amor a todos sin exclusión a nadie, sirviendo a todos y no sirviéndose de los demás", no forman parte de una antología de la prosa psicodélica.

Pero los días pasados el purpurado se arrancó arremangado para hablar de adoctrinamiento, él, que puede ser jefe del estado vaticano y es de los pocos que participa en su elección, él, que vive con cargo a los 11.000 millones que le transfiere el tesoro público para que adoctrine a su gusto, sin rendir cuentas a nadie, ni de subvenciones, impuestos no pagados? A estos jóvenes que tanto critican las imperfecciones de la transición no les veo yo muy activos contra este santo bodrio preconstitucional que nos quedó en herencia.

Y el motivo de su indignación dice que es el adoctrinamiento en la ideología de género, una maldad, según él y su negociado. Así, sin vergüenza ni reflexión, nos habla de dos conceptos clave, ideología y doctrina. Quizá esta vez no lo ha pensado bien. Por favor, un poco de reflexión y coherencia; no creo que pueda temer que le salga una competencia tan fiera que le arruine el negocio.

La verdad es que hay que consumir mucho antiácido para digerir la doctrina y la ideología que nos dispensa para el consumo este señor. Entre las últimas pócimas despachadas, conviene recordar el desdén con el que se pronunciaba negando la importancia de los abusos sexuales en su iglesia: "Nos atacan para que no se hable de dios; peor es el aborto", al tiempo que disfruta ofreciendo misas en su catedral de Valencia, en honor del dictador; para que nos acordemos de que él es de los vencedores y no le interesa el preservativo, la educación para la ciudadanía o el derecho a morir dignamente.

Pues bien, todo lo anterior sale de la boca de un prelado subvencionado por el gobierno de meapilas que no se inmuta cuando arenga contra el proyecto de ley integral del reconocimiento del derecho a la identidad y expresión de género, conocida en su manera abreviada como Ley Trans, destinada, según él a colonizar conciencias con el objetivo de destruir la familia diseñada por él. Faltaría más.