Confieso que nunca he prestado mucha atención a los propagandistas religiosos que se convierten en comunicadores mediáticos; pero de quien hablo hoy es de Lucía Caram, al parecer una religiosa católica residente en Cataluña muy pródiga en apariciones televisivas predicando justicia social y avalando a los nacionalistas de Pujol, Mas, Trías y demás fauna enfangada que oculta evasiones y mordidas bajo las banderas.

Parece que, si me he informado correctamente, está la monja peleada y reprendida por sus superiores -en pie de guerra- por hablar de sexo; no del sexo de los ángeles, sino del de María, aquella mujer que cuentan estaba casada con José, un carpintero, y que fue la madre de Jesús de Nazaret tras un embarazo sin intervención alguna de las descritas por las ciencias naturales conocidas en la época.

La literatura que nos narra esas leyendas parece que no habla de impotencia coeundi ni generandi en la feliz pareja, por lo cual lógicamente la estrella televisiva explica en una entrevista en prime time que considera normal que ambos cónyuges, con los papeles y bendiciones en regla, hubiesen hecho el uso normal del mutuo débito conyugal, sin temor a incurrir en pecado por prácticas inmorales, sucias o pervertidas.

Hasta aquí llega mi comprensión; los misterios legendarios que se narren después ya son cosas de la fe de cada cual y parece que esta señora los comparte, según reza su atuendo. Sin embargo sus declaraciones parece que han llegado a las altas instancias religiosas, que han criticado cómo se ha alejado de las normas que predica y mandata su iglesia. Incluso ha recibido amenazas de muerte por hablar de un tema prácticamente tabú, y se ha visto obligada a pedir perdón, pese a sostener que lo del Espíritu Santo y esa especie de vientre de alquiler que se sugiere en el embarazo de María es una teoría que parece no compartir, por mucho que el comunicado del Obispado de Vic la desautorice y afirme que la virginidad de María es verdad desde Concilio II de Constantinopla, donde definen este dogma en ocho sesiones a mediados del año 553 y sin que se tenga noticia de que hubiese testimonio científico de partera o galeno que confirmara los hechos narrados. Parece ser que la buena mujer rizó el rizo confesando que, como tal, sentía las mismas atracciones y necesidades que cualquiera, pero que su disciplina religiosa le ayudaba a llevarse la contraria. Tampoco les gustó mucho a sus jefes, allá ella.

Pero la reflexión y explicación de esos misterios entran en contradicción con los razonamientos de los que hoy en día promueven el debate de la maternidad subrogada o los vientres de alquiler y de los que se oponen a su regulación en España y siguen siendo martillo de herejes.