Dos recientes informes estadísticos conforman una alarmante radiografía para el futuro inmediato de Galicia. La última actualización de la Encuesta de Población Activa (EPA) revela que Galicia perdió cada día a lo largo de todo 2016 casi 50 jóvenes en edad de trabajar. El número de gallegos activos en la franja de edad de 16 a 34 años cae en la comunidad por debajo del medio millón, mientras que los que superan los 50 años son ya un 20% más que los jóvenes en edad de trabajar.

Los últimos datos del Instituto Galego de Estatística (IGE) aparecidos estos días pasados constatan que el 80% de los hogares de la comunidad carece de menores de 16 años y que en casi uno de cada cuatro solo hay ya jubilados. Solo en el 8% de las familias hay niños de menos de cinco años. Galicia ha rebasado la línea roja, con 651.000 mayores de 65 años, más de la mitad de la población, que superan ampliamente a los 430.000 menores de 18 años.

Estos datos evidencian la existencia de un agujero demográfico que no para de agrandarse y que amenaza con dejar a Galicia sin relevo generacional en los próximos años.

Durante el pasado año, según la última actualización de la Encuesta de Población Activa, la población de entre 16 y 34 años cayó en Galicia otro 3,6%. Suma y sigue en el adelgazamiento de los gallegos jóvenes, con 17.900 menos que al cierre de 2015, una caída de casi 50 al día.

Galicia se queda ya por debajo de la barrera del medio millón de jóvenes. Con 485.000, concretamente, el 20,6% de todos los residentes que superan los 16 años. El descenso entre aquellos que eran activos, en edad de trabajar y con disposición a hacerlo, alcanza los 14.200 y se situaba a finales de diciembre en 309.800. También baja hasta los 175.200 el número de inactivos, que aunque pueden trabaja no quieren por razones de estudio.

Y aquí está la clave del descenso del desempleo en el colectivo. Los jóvenes a la espera de un puesto pasan en los últimos doce meses de 80.700 a 69.800 pero también se reduce la ocupación. Al cierre de 2015 eran 243.400 y un año después son 240.000. El paro se reduce entre ellos porque son menos y pierden peso en el mercado laboral. Los gallegos en esa horquilla de 16 a 34 años únicamente suponen uno de cada cuatro activos en estos momentos y el 22% de los ocupados, lo que deja en el aire la respuesta de quién cubrirá los empleos del futuro y cotizará para pagar en la medida de lo posible las pensiones.

Los más jóvenes fueron uno de los colectivos con peores consecuencias en el deterioro del mercado laboral. Esa es una de las razones de que ahora sean prioritarios en los programas públicos de empleo de las administraciones, con medidas específicas para ellos. A la economía en general le conviene que su situación mejore porque están también en las edades de mayor intensidad en el consumo y hay muchos sectores que dependen de su bolsillo. El inmobiliario, sin ir más lejos.

La posición de partida no es sencilla. Galicia cerró el pasado ejercicio con 210.000 asalariados gallegos entre 16 y 34 años. Una cuarta parte del total. Pero sus condiciones están a años luz del resto. Son solo el 17% de los trabajadores indefinidos que hay en la comunidad. Y más del 47% de todos los temporales.

Los números rojos en la parte baja de la pirámide demográfica de Galicia no son algo nuevo ante la propia evolución de la población y la natalidad. Por cada 1.000 mujeres en las edades consideradas fértiles (de 15 a 49 años), en Galicia vienen al mundo tan solo 7 bebés. Menos de la mitad que a finales de los años 70, cuando se rondaban los 16. Pero sí es cierto que la crisis acentúa la pérdida de población joven por el nuevo fenómeno migratorio en busca de una oportunidad laboral. Entre 2010 y 2015, los gallegos de 15 a 34 años que se fueron al extranjero o a otra comunidad superaron en 6.791 a los que llegaron del resto de autonomías o países en ese periodo. En comparación con 2008, antes del estallido de la primera recesión y el momento en el que Galicia registró máximos de población activa, la pérdida de residentes jóvenes se dispara a más de 186.000. Por encima del 37%.

Esta perspectiva se agrava notablemente con los datos que acaba de publicar el Instituto Galego de Estatística, que muestran una Galicia esclerotizada en la que no hay niños menores de cinco años en el 92% de los hogares de la comunidad.

Galicia se está convirtiendo en un territorio de ancianos y es ya la segunda comunidad española más envejecida, tan solo por detrás de Asturias. Ya son más de 812.000 los hogares gallegos en los que no hay menores y 236.029 en los que todos los miembros están jubilados.

La proyección de población del IGE el año pasado ya proyectaba un panorama de invierno demográfico que amenazaba con llegar a niveles insostenibles en apenas quince años. El informe pronosticaba que en 2031 la pirámide poblacional gallega tendría un 26% menos de menores de 10 años y un 16% más de personas entre 80 y 94 años.

Tres factores, la falta de natalidad, el envejecimiento de la población y el éxodo de los jóvenes en edad de trabajar, convergen para proyectar un sombrío futuro en Galicia. A los que se une una realidad laboral con desempleo y salarios precarios de alta temporalidad que dificultan la formación de una familia.

Que Galicia camina hacia el suicidio demográfico es una realidad que admiten la propia Xunta y el Gobierno, que anuncian medidas para frenar esta sangría. El Gobierno autonómico, con incentivos fiscales a la natalidad y más guarderías y el Ejecutivo central, con la creación de una comisión para el reto demográfico, presidida por a gallega Edelmira Barreira. Medidas que, ciertamente, deberían haberse puesto ya mucho antes de rondar estos niveles de alerta roja. Entre otras razones, porque hace falta tiempo para revertir una tendencia tan acusada.

La gravedad del problema reclama un diagnóstico más profundo y medidas de mayor calado para frenar el colapso demográfico, que difícilmente va a enderezarse con unas puntuales medidas aisladas.

Frenar esta hemorragia que amenaza el progreso de la comunidad debe ser una prioridad del Gobierno gallego. Repensar con realismo y valentía qué está fallando para que se produzca este descorazonador agujero que amenaza el relevo generacional en Galicia y dotarse de nuevas fórmulas para corregirlo es una tarea apremiante.