"Nosotros no coligamos Estados, nosotros unimos a las personas"

Jean Monnet 1952

Así es, como los planetas que acaban de descubrir a distancias con ceros infinitos. Esta Europa de los mercados que regresa para quedarse intercambiando mercancías y olvidándose de las personas, nunca se preocupó de la educación, más allá de la convalidación de títulos por intereses laborales, más allá de la parte que le tocaba en los informes mercantilistas (PISA, TALIS?) y del chasco de Bolonia en la educación superior sin buenos frutos en las cosechas ya recogidas.

La razón la encontraremos en el nacionalismo con sus diferentes matices. Se le usa por motivos económicos, los más quieren formar a los suyos para que trabajen para ellos, menos en España que se les forma para emigrar. Otros motivos políticos, ideológicos, religiosos hay entre los dirigentes de las naciones que quieren perpetuarse; pocos países en Europa han trazado la línea clara entre el estado y las iglesias dominantes, que luchan como gato panza arriba defendiendo sus parcelas de poder y control.

Por aquí no nos falta de nada, habíamos dado un salto de gigante y, poco a poco, el derecho a la educación se degrada. El jueves, día 9, habrá otra jornada de protesta de la comunidad educativa recordando que quiere ser bien tratada por la ley, que las escuelas siguen abiertas y precisan medios materiales y humanos. En resumen, insistiendo como siempre en los puntos débiles.

Pero en esta Europa educativa no cuecen las habas a la misma temperatura ni se cocinan con la misma receta, hay para todos los gustos, veamos un par.

Por ejemplo, el Reino Unido tiene crisis de docentes, es decir los encuentra con dificultad y tiene problemas para que se queden en la enseñanza si les aparece otro futuro laboral, sin la sobrecarga de trabajo y los bajos salarios que padecen. Seis sindicatos de la enseñanza se han unido para defender estas reclamaciones ante las administraciones, que hasta ahora han ignorado el problema de atraer y conservar buenos profesionales en sus aulas, sin salarios en caída libre, sin las presiones administrativas que soportan.

Frente a este escenario ya se imaginan que tendríamos que poner el idílico panorama finlandés, con docentes duramente seleccionados, perfectamente filtrados y formados, que -con su disciplina luterana- adquieren un compromiso al servicio de estudiantes y familias a cambio de respeto, reconocimiento social y un salario digno, pero no elevado. El espíritu comercial no tiene espacio en un sistema educativo, que se rige por una especie de código ético que recientemente han suscrito 16.000 docentes en el congreso Educa, del sindicato OAJ, comprometiéndose a respetar los valores más elementales de justicia y equidad en la escuela, a poner sus conocimientos y esfuerzos al servicio del crecimiento personal e individual del alumnado. En fin, no hay Europa en la educación, pese a Aristóteles, Séneca o Averroes.