Les confieso que he estado a punto de titular el artículo de hoy, al hilo de la reunión de Francia, Alemania, Italia y España en Versalles, convocados por Hollande, con aquello de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Se acordarán de tal histriónica e irreverente comedia almodovariana estrenada en el año 1980, y que se ambienta en aquella época pretérita de la "movida madrileña". Y lo digo no por falta de respeto ni porque no me parezca algo serio que se reúnan los legítimos representantes -independientemente de sus marejadas internas- de países soberanos tan importantes en la historia de nuestro continente, sino porque el momento actual de Europa bien me recuerda a aquellas disparatadas historias que Almodóvar supo plasmar como nadie, con su peculiar estilo y sentido del humor.

Pero, lamentablemente, en esto de Europa y lo que se ha dado en llamar "construcción europea" no hay mucha risa que valga. Más bien alguna lágrima que otra, si me apuran. Porque el proyecto soñado e imaginado por aquellos que de vez en cuando mento en estas páginas -Schuman, Monnet y otros- ya no es que se resquebraje. Es que, directamente, se ve casi imposible, y algo de ello se lee entre líneas de las declaraciones posteriores a la minicumbre mentada. ¿Y saben por qué? Porque no interesa. Porque Europa no se la cree casi nadie como un ser en sí, vivo y que respira, sino sólo como una superestructura orientada a aspectos económicos y poco más. No hay verdadera conciencia europeística en el tardocapitalismo de finales del siglo XX ni, mucho menos, en estos mediocres albores del siglo XXI. Nein. Res de res. A nadie le interesa Europa como concepto, como sueño y como mecanismo realmente integrador de la convivencia real de nuestros pueblos. Europa se cuenta, se siente y se transpira como feria de mercachifles. Y así, ¿qué Europa va a haber?

Muchos se apuran a hablar del Brexit cuando se llega a este punto. Y no estoy de acuerdo. El Brexit no será la causa de nada, sino que es una consecuencia. La secuencia cronológica no es que los habitantes del Reino Unido no se marchan y, a partir de ahí, se produce la desintegración de Europa. Todo lo contrario. Se marchan porque el concepto de Europa está tocado de muerte -en lo que la Pérfida Albión ha tenido por cierto muchísimo que ver-, y porque hoy por hoy es difícil -aunque no imposible- que alguien lo vuelva a rescatar. Europa es hoy un bureau impuesto y superpuesto a la dinámica de los Estados, pero con poco recorrido poco más allá de lo oficial y de las derivadas tangibles obtenidas en términos de fronteras, moneda o algunas cositas más. A Europa casi nadie se la cree hoy, y menos por estos pagos. Aquí se buscan réditos mucho más cerca, en las cosas cotidianas y de todos los días, y la visión paneuropea brilla por su ausencia. Ni se entiende, ni se busca ni se ama.

En este punto situaría yo la realidad de nuestro constructo supranacional hoy. Fuera de las "mecas" de la maquinaria europea, una realidad postiza. Y en muchos de los países que antaño fueron motor de la cosa europea, triunfo de planteamientos eurófobos, euroescépticos o directamente euroexcluyentes. Triunfo de la autarquía y de la cerrazón, y vuelta a la no cesión de ni un ápice de soberanía ni de poder de decisión en muchos de los temas clave sobre los que se fundamentaba aquella enorme casa común que jamás vio la luz en su estricto sentido de la palabra.

Yo sí creo en Europa. Es más, sostengo que si no se sigue y se persigue el sueño inicial de una Unión Europea real y potente, sufriremos los embates y los envites de tiempos peores. ¿Por qué ? Pues porque nuestros países son realmente pequeños, comparados con muchos otros, y porque han quedado netamente fuera de los focos más emergentes en el panorama global. Vivimos de rentas del pasado, y no sabemos adaptarnos a los tiempos, y nos hemos quedado al margen de mucho de lo que sucede o va a suceder en un futuro. Nos jaleamos con luchas intestinas, en términos de diseño de un marco mucho más atractivo para las próximas décadas y, mientras, se ha perdido el interés por crear un verdadero espacio europeo de convivencia. Hoy somos menos Europa que hace un tiempo, porque muchos de los que están ni creen en ello ni acatan las normas, ni siquiera asumen los valores y la concepción de la persona que hizo posible el florecimiento de este espacio de paz y convivencia.

De ahí que tenga pena. No porque estos líderes se reúnan, queriendo hacer de motor ante el próximo Consejo Europeo. Sino porque no veo un liderazgo real, comprometido y fuerte en materia de relanzar Europa, y porque con los mimbres que se tejen en sus diferentes países -y hablo de la opinión pública más que de los partidos- va a ser difícil progresar y fácil que continúe una regresión evidente en esto de hacer Europa.

La Europa que lo inspiró todo no era esto, no. Esto es un remedo, y puede llevar camino de convertirse en un sonoro fracaso. Una pena, repito, porque considero que es nuestra única oportunidad.