Nadie con un mínimo de decencia tolera hoy la corrupción o exculpa a los corruptos. Nadie los quiere gobernando o ejerciendo cargos públicos. Vamos sobrados de escándalos y repugna que España ocupe los puestos de arriba en el ranking que mide tan indeseable comportamiento. Lo ratifica cada mes el barómetro del CIS de modo que no precisamos discursos tronantes de la oposición sobre la necesidad de perseguir la corrupción política pero no hay que adelantar condenas con decisiones de efectos irreversibles simplemente porque son políticos. La venganza y el escarmiento son de justicieros, no de jueces. De la corrupción no se libran ni las democracias con más solera. Francia cada día nos ofrece un caso de ilustres sospechosos de o juzgados por asuntos nada edificantes. Hace poco fue la señora Lagarde, directora general del FMI y ahora es Fillon el candidato de los republicanos a la presidencia el que anda en una situación comprometida por cobros poco escrupulosos de su mujer por un trabajo que no consta. Ahí está Trump cuyo curriculum fiscal no es precisamente un ejemplo de buen contribuyente. Claro que hay que perseguir la corrupción y castigar a los corruptos pero sabiendo que esa es tarea de los cuerpos policiales, de la Agencia Tributaria, los fiscales y los jueces. En España lo están haciendo y de ello tenemos pruebas a diario. Las últimas, que mañana serán penúltimas porque habrá más demostraciones de que la corrupción como el mal es difícil de perseguir y castigar e imposible de erradicar porque sería renunciar a la condición humana, en Cataluña. Aquí no se escapa nadie por muchos apellidos que exhiba o cuentas que oculte en Suiza. Viene esto a cuento de la infantil intransigencia que C's está demostrando con la investigación, no imputación por más atractivo que resulte el término a los justicieros, que se sigue al presidente murciano. No dudo de que, si se le abre juicio, el presidente Sánchez dimitirá porque su partido así lo tiene acordado y no puede el PP, con la que le viene cayendo encima merecidamente desde hace años por corrupción, andarse con titubeos al respecto. Sánchez compareció ante el juez hace unos días y está a la espera de la resolución judicial que determinará su suerte. ¿Tiene, entonces, sentido la sobreactuación de C's elevando este asunto a categoría? ¿Por qué no aguardan Rivera y Girauta a la resolución judicial y elevan la tensión si es adversa a Sánchez y Rajoy sigue respaldándole? Si el juez acusa formalmente a Sánchez y este, forzado por Rajoy o voluntariamente, dimite, ¿por qué habría C's de apuntarse el tanto? Y si queda limpio ¿compensará Rivera la tensión generada y su gran contribución a la mala imagen que tienen los políticos por el simple hecho de serlo?

Con carteles en el Congreso y gestos improcedentes al presidente Rajoy en el uso de la palabra o corriendo allá donde asoma una cámara para aleccionar a sus devotos sobre lo malo que son el PP y el presidente por no cesar a Sánchez sin esperar a la decisión judicial, Rivera no crece como político responsable, capaz de ocuparse de los asuntos importantes en que ahora está Rajoy. Llamado a formar el cuarteto decisivo para el futuro de la UE; con datos que prueban su acierto en la gestión de la crisis; con el reconocimiento, incluso de sus detractores, de que en Cataluña la conllevancia que combina calma y firmeza vale más que el grito y la amenaza porque al final la realidad va poniendo las cosas en su sitio; gobernando en minoría sin descomponerse con un Congreso fraccionado, hostil e inmaduro, Mariano Rajoy está en otras cosas y sobre ellas no puede confiar en Rivera porque, a la vista está, le vienen grandes.