Desde hace algún tiempo, quizá demasiado, el PSOE navega por aguas turbulentas que tuvieron su punto álgido en su histórico e histérico Comité Federal que le costó la cabeza a su secretario general, Pedro Sánchez. Entonces una gestora se hizo cargo de la dirección del partido para buscar serenidad y orden dentro de una centenaria organización que se acercaba al precipicio inexorablemente. Este acuerdo que tomaron los miembros del Comité Federal, fue interpretado por los miembros del partido y también por la opinión pública, como el triunfo de los barones actuales y pretéritos del socialismo español. Un hombre bueno y de conducta intachable, el asturiano Fernández, tomaba el timón del barco para reconducir la hoja de ruta y devolver al partido la mínima unidad imprescindible para recuperar posiciones ante los desastres electorales de Pedro Sánchez en las generales y también en Galicia y País Vasco. La hemorragia de votos del PSOE y su dependencia de Podemos para conformar gobiernos municipales y autonómicos hizo saltar todas las alarmas de un partido que había evolucionado hacia la social democracia desde posiciones más radicales, aunque responsables, para acercarse peligrosamente al populismo de extrema izquierda que representa la fuerza podemita y que no gustaba ni a los socialistas clásicos ni tampoco al electorado que elección tras elección abandonaba la papeleta del puño y la rosa. El "no es no" de Sánchez se cambió por una abstención que consiguió evitar unas terceras elecciones que, muy probablemente, hubieran metido el barco socialista en las rocas, quien sabe si para el desguace. Liquidado Sánchez, la gestora socialista se centró en aupar a Susana Díaz, la presidenta andaluza, a la secretaria general del partido. Sus éxitos electorales y el apoyo de los líderes clásicos del PSOE, parecían poner una alfombra roja para el paseo triunfal de la lozana andaluza. Pero algo está fallando en las previsiones de la gestora. El políticamente muerto Sánchez, parece que gozaba de buena salud y, obviando sus fracasos electorales, ha conseguido importantes apoyos entre las bases del partido, mediáticos y también en el mundo Podemos, que ve en Sánchez su única oportunidad de acercarse al poder de la mano de un PSOE sanchista. Pero, sin duda, el relativo éxito de Sánchez, relativo todavía, ha consistido en vender su imagen como víctima del aparato cuyos hilos, según Sánchez, los mueven desde la sombra los viejos socialistas que hicieron la exitosa transición pero que ya no están en la política orgánica. Así, Sánchez ha olvidado sus derrotas electorales para poner en valor un victimismo que le está funcionando. El problema es que, según me cuentan, por la cabeza de Sánchez pasó incluso la idea de formar un nuevo partido a la izquierda del PSOE, pero alguien, con más luces, le sugirió que ese era un camino harto complicado y de dudoso éxito, mientras que, si se hacía con el aparato del partido, todo sería más sencillo y rentable. Rentable porque el PSOE tiene una financiación del Estado y una presencia en el país que es imprescindible para que su mensaje tenga altavoces en todos los rincones de España. Ahí nace la operación Caballo de Troya. Se trata de envolver en una imagen amable su proyecto, alejado de la social democracia y con los ojos puestos en Podemos como aliado para desbancar al Partido Popular del Gobierno. Por eso pasó del "no es no" al "sí es sí" que ahora utiliza como eslogan de su campaña. El PSOE está inmerso en una campaña alocada para unas primarias que aun no están convocadas oficialmente y para las que se cuenta con Sánchez, López y Susana. Los tres candidatos previsibles tienen algo en común, que no veo como ventaja: la vida laboral de los tres se circunscribe única y exclusivamente a su actividad política y partidaria, el mundo real del mercado laboral o empresarial lo conocen de oídas. Es un riesgo aventurar el futuro del PSOE, porque ni ellos mismo lo conocen, pero destacados socialistas del presente y del pasado con los que he podido conversar, me dicen que si Sánchez gana la ruptura del partido será un hecho, que el Sánchez-Troya que llegaría lo haría cargado de rencores y pensando en purgas que afectarían a los barones regionales y también a los traidores, a los que abandonaron a Sánchez para ponerse a las órdenes de la gestora. El PSOE se dirime entre el "ser o no ser" mientras España espera y necesita un partido socialdemócrata fuerte y solvente que sea alternativa de gobierno. España también su juega su futuro en la suerte que corra la formación socialista.