Nos enteramos que en Oleiros han puesto a precio localizar al desaprensivo que dañó un árbol. Asimismo, que el alcalde aumenta la recompensa, otros 300 euros más, para cazar al culpable que con un taladro agujereó un tilo para meterle veneno. Opino que hay que estar algo taladrado para ocuparse en dañar nuestro entorno. En otro orden de cosas, sigo con verdadero sentimiento la operación a que han sometido a la perra de mi amigo Juan. Es como de la familia, y cada vez que tomamos un cortado a media mañana, ya me he habituado a pasar para su chucho la pasta con que nos obsequian en el cafetín de la esquina. Antes tuvo un cocker, luego un golden y ahora cuidan a una perra de raza labrador a la que han tenido que castrar. Me cuenta los pormenores de sus perros, cómo los recogió, cómo le saludan, cómo sufren cuando los ven ya achacosos y medio ciegos y se plantean tener que sacrificarlos. Noto que yo también me sensibilizo con esos animales, y que apoye que se prohíba someter a los perros a operaciones quirúrgicas -por ejemplo, recortarles el rabo, las orejas- para "modificar su apariencia o conseguir otros fines no curativos". Y llegados a este punto ¡cómo no denunciar los abortos de los seres humanos que claman al cielo?! Pero eso será otro día.