Yo, en el Congreso, soy un portento de humildad. José Ignacio Wert (22 de octubre de 2013)

Ha pasado casi un mes y me prometí estar callado, no lo he conseguido. Fue ya al final de marzo, a iniciativa de Unidos-Podemos y aún no entiendo la razón, cuando el ínclito llegó convocado a la subcomisión del Congreso encargada del Pacto Educativo a la que van acudiendo representaciones sociales, sindicales, científicas y demás, para dar su opinión sobre cómo ha de ser el necesario acuerdo, pero a los convocados se les supone la voluntad; llamarlos para darles un altavoz de lujo y que se hagan propaganda, es tontería; es más útil que se la paguen en la prensa.

Aunque no se lo crean, en toda su comparecencia no se refirió -ni en su exuberante exposición ni en las respuestas- a la Lomce, no la nombró ni una vez, solo habló de sus logros, sus preocupaciones, sus esfuerzos y la desgana del resto de los partidos empeñados en hacerle la puñeta. Pero hubo autocrítica, no se crean que este portento de humildad no es capaz, confesó que por culpa de la crisis, "hubo muchas decisiones subóptimas", a ver si ponen este palabro en la selectividad de este año, y qué dicen los correctores, no sé si se incluye entre los malentendidos de las evaluaciones o reválidas, a remojo por lo de ahora.

Por cierto, sí fue preguntado por estas paralizaciones, si le afectaban y no dudó en afirmar que "a mi edad, no me siento desacreditado por nada". Ancha es Castilla, paisanos y paisanas; ya que tenemos una edad -o dos edades- podemos decir y hacer lo que nos venga en gana, tenemos patente de corso, por lo menos él la tuvo para llenar la sesión de gráficas y porcentajes para maquillar su ley en un "período de extraordinaria dificultad", un "periodo de restricción fiscal", un decir, él pasaba por allí.

Es una penosa desgracia ver que gracias a él el profesorado en los centros y, lo que es peor, el que se prepara para opositar trabaja con unas normas rígidas en las que la innovación y las metodologías activas aparecen en un anexo, de página y media, de una orden posterior de 2015 en la que se ofrecen orientaciones para facilitar el desarrollo de estrategias que permitan trabajar por competencias.

Fíjense en un par de detalles, por favor, la ley tiene 64 folios, en todos ellos la palabra innovación aparece nombrada en 4 ocasiones y la palabra evaluación, 180. ¿La ley estaba pensada para el progreso y el futuro? Seguramente sí, pero no de la enseñanza pública. Un burócrata solo podría estar pensando en más burocracia, no en espacios para el trabajo colaborativo, sino en cientos de páginas para evaluar estándares de aprendizaje. Decenas de tablas cuya repercusión real en la práctica docente es el aumento de burocracia.