Qué tal les ha sentado la Semana Santa? Este pequeño parón vacacional en la cotidianeidad, por un lado, y ese tiempo tan significado para muchas personas, por otro. Espero hayan vuelto de todo ello, sobre todo, con mucha ilusión y ganas de vivir, de crear y de compartir. Eso es lo importante.

Estos días también nos han traído, como cada una de las jornadas en que vivimos, un poco de todo. Un desgraciado accidente en Castro Valnera, por ejemplo, donde un compañero de mi querida Sociedad de Montaña Ártabros perdió tristemente la vida en ese ejercicio casi mágico de contemplar la naturaleza, cuidarla y hacer un deporte noble y que ennoblece. Cosas que pasan... Y también muchas más noticias luctuosas o alegres. La vida misma. Y es que, cada segundo que pasa, muchos seres humanos nacen y otros mueren, unos sufren y otros gozan... Es la rueda imparable del paso del tiempo y de los acontecimientos que, hilvanados a ella, se concatenan en nuestro devenir...

Pero ya la existencia nos sazona con una cantidad per se de sufrimiento lo suficientemente grande, como para que tenga que venir algún o algunos iluminados a exacerbar tal cuestión. Nacer y morir es inevitable y connatural a la propia vida, pero ser torturado, masacrado y asesinado por las convicciones más o menos personales de cualquiera que se cree con derecho de salvar o diezmar a sus semejantes, no. Por eso, entre las noticias de estos días, he seleccionado el contrastado abuso sobre personas homosexuales en Chechenia para compartirlo con ustedes. Un asunto sobre el que se han pronunciado ya organizaciones multilaterales al más alto nivel, con lo que tal realidad se ha confirmado. Y es que ha sido, ni más ni menos, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos el que ha tomado cartas sobre el asunto. U organizaciones como Human Rights Watch. Como ven, no estamos hablando de bulos o naderías.

La respuesta del Gobierno checheno no puede ser más desalentadora. "Aquí es imposible que se persiga a los homosexuales, porque estos no existen". Esa es la misma gran mentira que se esgrime en buena parte de los países de África o Asia que condenan a los gays a la horca, o les tiran desde un piso alto. Eso es lo que yo me encontré en algunos países donde la lista de distribución de correo Queer-Africa -eran otros tiempos en lo tocante a tecnología- era una especie de tabla de salvación para denunciar abuso y atropello y para pedir ayuda, mientras que la versión oficial era la misma. "¿Homosexuales en África? Por favor, eso es algo de la pervertida Europa y los Estados Unidos de América..."

Parte del sufrimiento que hoy hay en el mundo es causado por personas con afán de producirlo. Hemos hablado aquí largo y tendido del drama de las personas refugiadas, que huyen de una guerra que ha cercenado su existencia. Esta, la que hoy les cuento, es una causa que también nos pertenece a todos, independientemente de nuestra orientación e identidad. Porque mientras un ser humano sufre porque le son negados sus derechos más elementales, la Humanidad se emponzoña más en la cloaca en la que hemos querido convertir la vida de muchas personas y, un poco, la de todos. Y no tenemos derecho a ello.

Hay hoy muchos países que siguen segando la vida de personas por su orientación sexual. Y eso, que es terrible, contrasta con la situación normalizada de la comunidad LGTBIQ en un Occidente que, sin embargo, sigue mirando para otro lado como si nada pasase cuando hablamos de negocios con países que, así, conculcan de forma reiterada los derechos humanos. ¿No valdría la pena ser un poquito más coherentes y valientes? Yo creo que sí. Porque el terrorismo es terrorismo se aplique sobre un público general, sobre una etnia concreta, o sobre un grupo definido por cualquier lógica o por ninguna. El terrorismo es terrorismo sobre los ciudadanos propios y ajenos. Y al terrorismo sólo hay que contestarle con firmeza, cortando las alas -sobre todo, económicas- de quien no entiende de otra manera.