Sobre esta basura de la corrupción ya deberíamos tener claras algunas cosas. Que las responsabilidades penales se sustancian en los tribunales, después de investigaciones policiales y procesos judiciales muy lentos por la complejidad de los delitos; por el muy exquisito sistema de garantías de derechos como la libertad física, la presunción de inocencia respetada por los jueces aunque despreciada por los adversarios políticos, la intimidad, el honor, la protección de las comunicaciones o la licitud de la prueba; por la planificada opacidad de los entramados internacionales de la delincuencia económica y por la soledad de un juez instructor sin superpoderes enfrentado a las dificultades y carencias del sistema y contra los propios demonios. Que las responsabilidades políticas se sustancian en las urnas y que en ellas respaldamos a quien nos da la gana. Que somos el país que tiene a gala haber encumbrado la picaresca a género literario y no de ficción, sino encuadrable por derecho en el costumbrismo más realista. Hay políticos corruptos porque hay empresarios corruptos y ciudadanos que también lo son, por lo cual el arrebato general que se produce cada vez que se detiene a un González o a un López Madrid tiene mucho de teatralidad y espectáculo. Todo eso debería de llevarnos a reaccionar ante los casos que van apareciendo con algo más de calma y para eso conviene recordar que la lista de ilustres en el banquillo o entre rejas es ya larga y enjundiosa. Aquí del Rey abajo ninguno es inmune a rendir cuentas ante los tribunales cuando le toque. No antes porque no hay por qué, ni aquí ni en país alguno regido por el derecho civilizado. Y convendría, asimismo, no olvidar que seguirán descubriéndose delitos y comportamientos indeseables que no llegan a delitos porque en ningún sitio está escrito que la democracia y el Estado de Derecho conviertan en ángeles a los diablos. Nos interesa a todos no confundir los espacios de la política con los del crimen porque en la confusión sólo obtienen ventaja los oportunistas a pie o en bus.

Dicho lo anterior, que por obvio ya cansa, es igualmente obvio que la señora Aguirre hace tiempo que debería haberse marchado a casa asumiendo sus responsabilidades políticas por cuanto dejó hacer mientras gobernaba Madrid. ¡Se ha lucido¡ y con ella el PP de esa comunidad y por eso tiene más valor la reacción frente a la corrupción de la actual presidenta, Cifuentes, de quien partió la investigación sobre el Canal de Isabel II que ha llevado a González a prisión. Esta es la línea de actuación, la de Cifuentes, de la que no debería apartarse la dirección de cualquier partido. Lo demás corre a cargo de los tribunales a los que, en las duras y en las maduras, hay que respetar.

La basura de la corrupción no da más de sí y cuando llegue el próximo escándalo, que llegará pronto, prometo despacharlo en dos líneas porque más no merece. En su lugar deberíamos atender más a lo que decidan nuestros vecinos franceses, quienes, por cierto, están mostrando a los socialistas españoles cómo su partido ha acabado aportando a las elecciones a tres militantes socialistas y exministros, Macron, Mélenchon y Hamond, cada uno por un partido diferente y sin superar ninguno de ellos en los sondeos el 25% del voto. Y mejor aún, deberíamos prestar más atención y alegrarnos por los datos económicos y de empleo que esta semana presentó la ministra Báñez: más de 430.000 empleos sumergidos aflorados desde 2012, 6000 empresas inactivas y más de 18.000 millones de euros ahorrados en la lucha contra el fraude en la economía sumergida. ¿Somos o no somos un país de pícaros?