Los últimos datos del Instituto Galego de Estatística (IGE) revelan que la sangría demográfica que sufre Galicia no es solo un paradigma del entorno rural. Las grandes ciudades de la comunidad se suman también a este galopante envejecimiento según revelan unas estadísticas más que preocupantes.

Las urbes gallegas registran ya un 21% más de jubilados de media, mientras que por el contrario solo han sumado 1.500 jóvenes menores de 20 años en la última década, es decir, un ínfimo porcentaje que no llega al 1%. Las siete grandes ciudades ganaron 38.390 jubilados desde 2006, al pasar de los 176.111 contabilizados entonces a los 214.501 del año pasado. Al mismo tiempo, sumaron solo 1.557 menores de 20 años, que apenas representan una leve subida del 0,9%: de 162.597 a 164.154. Los mayores de 65 años superan en 50.347 personas respecto a los que no han cumplido la veintena, un 24% más.

La ciudad gallega que más población mayor de 65 años ha ganado en este periodo es Vigo: casi un 30% más. Le siguen los incrementos del 26% en Santiago y Pontevedra. En la mitad de la tabla se colocan A Coruña y Ourense con un 21% y un 18% más de mayores de 65 años frente a 2006 respectivamente y Lugo, con un aumento del 14%. En Ferrol, aunque es la urbe gallega donde más peso tienen los jubilados, la subida de este colectivo no ha sido tan acusada y supone un 7% más que hace una década.

Pese al elevado envejecimiento en las siete ciudades, unas contienen mejor que otras el desequilibrio en la pirámide de la población con los nacimientos. A Coruña es la ciudad gallega que aparentemente presenta una mejor evolución demográfica en este aspecto, al registrar un incremento del 8% en su censo juvenil respecto a 2006. Una sensación sin embargo falsa, por lo que veremos.

Los datos del IGE revelan una radiografía demográfica paradójica. A pesar de ser la ciudad gallega que registró un mayor incremento del censo juvenil en la última década, en la franja de menores de 18 años, gracias a una mayor tasa de nacimientos, es también la que presenta una aguda caída de población en la franja entre 20 y 30 años.

Si se observan con detalle las curvas de evolución demográfica en A Coruña desde 2006 se perciben con absoluta claridad las razones de esta descompensación generacional. La población coruñesa ha crecido en esta última década en números absolutos en la franja más joven, la de menores de 18 años, pasando de 31.652 habitantes a 35.458 y también en el tramo más envejecido, el de los mayores de 65 años, con una escalada de 46.797 a 56.673 vecinos. Se detecta sin embargo un enorme agujero en la franja de 18 a 30 años, en la que se han perdido en los últimos diez años más de 10.000 habitantes. En 2006 había en este tramo edad 34.700 coruñeses y ahora hay solo 24.300. Es decir, que se ha perdido el mismo número de jóvenes de 18 a 30 años, una edad estratégica en la que se inicia la carrera laboral, que el que se ha ganado en mayores de 65. Una radiografía que muestra sin duda una inquietante tendencia a la esclerosis poblacional.

Los datos del IGE son incompletos, ya que no incluyen en su informe sobre ciudades la franja entre 30 y 65 años, aunque las estadísticas que maneja sobre los gallegos que han emigrado desde 2008 al extranjero dan una idea bastante precisa de lo que ocurre también en este tramo generacional. Casi 78.000 gallegos han hecho las maletas en la última década para buscar una oportunidad laboral en otros países, con una cadencia anual que no para de crecer. Desde los 7.435 de 2008 hasta los 10.714 de 2015, el último año registrado.

Pues bien, de esos 78.000 gallegos emigrantes en el extranjero, la mitad corresponden a la franja de edad entre 25 y 44 años. Y lo más llamativo es que es justamente el tramo entre 35 y 44 años en el que más ha crecido la emigración gallega a otros países en estos últimos años.

Teniendo en cuenta que la enorme mayoría, un 73%, procede de las provincias de A Coruña y Pontevedra, es evidente que en este éxodo laboral se incluyen también un buen número de coruñeses metropolitanos.

Esto quiere decir que ese agujero demográfico de más de 10.000 vecinos de A Coruña en edad laboral hasta los 30 años es seguramente mucho mayor si se le añaden los emigrantes de 30 a 44 años. E incluso más viejos, puesto que las estadísticas del IGE han detectado que en los últimos años se ha incrementado de manera atípica la marcha al extranjero de gallegos mayores de 45 a 55 años.

Para los expertos, las razones de este panorama son claramente económicas. Un informe presentado este mes por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada concluye que más de 100.000 gallegos con trabajos precarios se encuentran en riesgo pobreza. Y pone el foco en que los más vulnerables son los gallegos de 25 a 35 años. Precisamente la franja del agujero demográfico en A Coruña. El estudio señala que en este tramo de edad, los que no emigran y se quedan con salarios precarios, se ven obligados a abandonar las ciudades y buscar alojamiento en ayuntamientos cada vez más lejanos por el coste de la vivienda.

Teniendo en cuenta que este éxodo coruñés se produce a pesar de que su área metropolitana es el principal motor económico de la comunidad y que algunas de sus empresa emblemáticas, están aumentado sus plantillas y su inversión aquí, hay que pensar que hay otros elementos complementarios que desequilibran la balanza.

Ante esta realidad estadística, cobra especial relevancia el inexplicable recorte de la inversión del Gobierno central en la ciudad coruñesa en los presupuestos de este año, pese a ser su principal granero fiscal en la comunidad. Por otra parte, el Ejecutivo gallego se destacó en los últimos años por una política que recortó drásticamente la inversión y el empleo público en la comunidad y obviamente en A Coruña, en aras de política de ahorro. Una política que no ha obtenido premio paradójicamente en esos mismos presupuestos estatales, que relegan a Galicia frente a otras comunidades señaladas por el despilfarro.

La sangría demográfica en A Coruña, con un creciente agujero poblacional por razones laborales que abarca ya desde los 20 a los 55 años, demanda otro tipo de política que tenga como absoluta prioridad atajar este éxodo. Una medida clave sería poner en marcha planes que permitan a los jóvenes acceder a viviendas con un coste acorde a los bajos salarios. De lo contrario, estamos abocados a una ciudad de ancianos.