Un país, queridos lectores, solo es creíble si los derechos y las obligaciones son en él simétricos. Esa es la tesis que hoy les propongo, a partir de la cual construiré el resto de este artículo. Y todo muy de actualidad, a partir del reciente acuerdo del PNV y el PP en el camino que tiene como último término la aprobación de los Presupuestos de este año. Una rúbrica que abunda en la asimetría como elemento sobre el que se construye el día a día del Estado de las Autonomías. Mala cosa...

Y si digo esto es porque tal simetría me parece verdaderamente nuclear si queremos articular un discurso medianamente creíble y congruente, sobre el que edificar una sociedad que funcione. Porque, si abundamos en la asimetría, no hay posibilidad de aglutinar una realidad socioeconómica con ciertos visos de realidad. España, si los españoles y las españolas tenemos derechos y deberes distintos, no es una realidad tangible.

Dicen desde el PNV y su entorno que el pacto que supondrá un verdadero revulsivo para la inversión y la financiación presente y futura en Euskadi no es más que una corrección de los agravios pasados, a tenor del incumplimiento de los sucesivos gobiernos centrales. No lo dudo. Seguramente tengan razón. Pero una realidad que se construye a base de negociaciones bilaterales y fragmentadas, y diecisiete realidades distintas de lo que se quiere presentar como un todo, no tiene futuro.

Euskadi y Navarra tienen una realidad económica y financiera particular, fruto de la Historia, que tiene que ver con diferentes momentos de construcción de España. De acuerdo. Pero abundar en ello a partir de necesidades únicamente basadas en minorías parlamentarias, lastima al conjunto de lo que se quiere presentar como compacto. No es verdad. La fragmentación de los derechos y los deberes hacen un daño irreparable a la lógica y a la realidad del conjunto.

El ministro Montoro, del partido que pactó con el PNV, explicaba hace unos días que "irse de copas" para celebrar el fin de una borrachera no era la mejor idea, en una chabacana y poco afortunada metáfora sobre el gasto. Y, sin embargo, ese mismo partido organiza una barra libre con un partido concreto, única y exclusivamente porque necesita sus votos. Y lo digo desde el respeto a un partido, el PNV, que tiene y ha tenido siempre muy claro cuáles son sus objetivos. Pero también desde la crítica al vigente sistema, que no repara en gastos cuando las contrapartidas son jugosas en materia de viabilidad de una minoría parlamentaria. Un sistema que, así, perpetúa la idea de que mantras como el de la austeridad, que son repetidos cientos de veces al día para el conjunto de las y los españoles, se pueden saltar si aseguran tal jugada.

Mientras, ese mismo sistema organiza conferencias de presidentes sobre la financiación, o habla de reformar el cupo. Y justamente los dos presidentes que no acuden, son los que mejor financiación obtienen. No digo que sea bueno o malo, que eso es opinión. Son hechos. Y hechos, les aseguro, que no contribuyen en absoluto a hacernos medianamente creíble, como digo, la idea que se nos quiere vender de proyecto colectivo de país. Así, de ninguna manera.