La historia nos muestra que hubo luchas seculares para acabar con determinados privilegios que clases dominantes ostentaban. Ahora no se trata de desigualdades sociales, pero los conflictos montados por los estibadores de los puertos españoles y de los taxistas llevan el resello de la lucha de antaño entre la libertad y los privilegios, entre unas concesiones administrativas de épocas determinadas -cotos cerrados- y las nuevas formas de vida que ahora se van configurando. Por ceñirme al caso de los taxistas, sabemos que las licencias son objeto de especulación y que se cotizan a precios llamativamente altos. Con el ritmo de vida y las nuevas tecnologías han surgido recientes sistemas de concertar un desplazamiento urbano en coche. Poco a poco, con sufrimientos y manifestaciones en contra, patadas y peleas, e incluso con alguna quema de vehículos, compañías como Uber, Car2go, Emov, Cabify se van implantando. Las personas que ya han utilizado sus servicios acaban encantadas y hablan mieles de la rápida atención, la pulcritud de los vehículos -y de los conductores, si es el caso-, la facilidad de pago del servicio, etc. Pero sobre todo prevalece la libertad de poder desplazarte como desees, porque todas las formas del transporte urbano son compatibles, eliminando los cotos cerrados.