La Coruña es víctima de la escasa atención que, desde hace años, presta a sus problemas la gobernanza autonómica; problemas, repetimos, vitales para el desarrollo económico-social del área herculina, que corresponde impulsar o resolver la Xunta de Galicia. De nuevo, vuelve a alzar la voz nuestro alcalde porque, dentro de la densidad política que se vive en España, no debe ocultársenos el asunto endémico de la integración del Área Metropolitana. La Coruña no podrá alcanzar su expansión mientras siga encajonada entre Oleiros, Culleredo y Arteijo, y a merced de regidores cuya marca de agua es su larga permanencia en el poder. Para los optimistas, el problema se resolverá a largo plazo si el tiempo y Europa determinan, de modo inexorable, la absorción de tales municipios. El análisis de la tensión autonómica con nuestra ciudad excede del concepto del periodismo como literatura de los hechos. Han pasado dos años del gobierno local de la Marea y temas tan indispensables para la prosperidad ciudadana como acceso, aeropuerto, comunicaciones ferroviarias, tren al Puerto exterior, etc., siguen encapsulados por la inhibición de la Xunta y el sesteo ideológico de los munícipes gobernantes, cuya acción política carece de esos matices que impone la tolerancia y la conducta. El caso del mercado de Santa Lucía y su centro de salud es paradigmático, mientras nos anuncian la creación de un Consejo de Salud municipal. La Coruña, insistimos, es una vez más víctima de la falta de ética, derivada del renuente desequilibrio político con la Xunta, que produce cierto pudor estético. Solo nos resta confiar que el asunto toque fondo y nos lleve a mejores épocas.

Otrosí digo

Cuentan que Azaña conocía tan bien nuestra ciudad que sabía, incluso, el número de losas que tenía el Cantón Grande. Afirmaba que "La Coruña era sobre todo una ciudad leal". Azaña fue un político ajeno a ese malentendido iconográfico, hoy imperante, con el cual los gobernantes "emergentes" pretenden obtener la identificación ciudadana con la vestimenta y el colegueo.