"Sálveos Dios / ducado de a dos / que monsieur de Chiévres / no topó con vos".

Copla popular que habla del arzobispo de Toledo, alemán de 20 años, vasallo de Carlos I,

que se hizo famoso por su avidez acumulando riquezas en España.

A los carentes de fortuna no nos queda más remedio que ser honrados, de lo contrario siempre nos pillan con la gallina en la mano y casi todos somos tontos por no saber acumular riquezas ocultas para que después nos amnistíe Montoro pagando cuatro duros a la hacienda pública, aquí paz y después gloria.

Siempre han hecho magia con nosotros, ahora en la caja mágica solo hace falta meter ladrillos, moda, gas o molinillos eólicos, no para que salgan pañuelos de seda, sino centros de día, escuelas infantiles y bienvenidas desgravaciones fiscales. Pero no me negarán que el premio a la mejor magia se lo sigue llevando la chistera, ese chusco sombrero clásico de alto copete. El último ejemplo lo hemos vivido estos días, mejor una noche, la del martes al miércoles pasado cuando parece que el banco en apuros entró en la chistera y no salió un conejo, salió 1 euro. Dicen que se venía fraguando desde que Blackrock -de las mayores gestoras de fondos del mundo y gran accionista del Santander- a finales de mayo se deshizo casualmente de casi 98 millones de acciones del Popular, reduciendo su participación del 4 al 1,7 %. Días después, los ahorradores lo perdieron todo, ni lo olieron, oiga.

Pues sí, bancarrota en toda regla; aunque la maquillen. Y vendrán más y las pagaremos también si los tribunales condenan, lógicamente, a los vigilantes del mercado; pero no se preocupen, no es la primera ni será la última, hemos dejado de ser siervos para ser consumidores de productos bancarios, solo es un cambio de nombre.

Nuestro abuelos del siglo XVI no sabían que el emperador Maximiliano I de Austria era un inútil de libro para las finanzas, "la peor cabeza de la casa de los Habsburgo y derrochador hasta la locura" aliado con el mayor banquero de la época, el alemán Jacob Fugger.

En efecto, lo cierto es que fue su nieto, el emperador Carlos I de España y V de Alemania, el que tuvo el honor de protagonizar la primera suspensión de pagos de la deuda pública de un estado, aunque en realidad fue su hijo Felipe II el que pagó la factura de su padre, empufado hasta el cuello con el banquero ya citado, que puso la dote para que fuese elegido por los príncipes alemanes con un sencillo truco, el que más oro metía en la chistera, salía emperador. Desde entonces los Fugger fueron los banqueros de los reyes españoles, financiando la burbuja de las guerras hasta la bancarrota del estado y de los propios banqueros. Sobraba riqueza de América, pero al parecer también sobraban infieles que machacar mientras crecía la burbuja. Vamos a por la próxima.