Tendemos a pensar que, en el pasado, mucho de lo que hoy es de una manera ya estaba configurado así. Y esto, que se puede aplicar a lo social, a lo político o a lo económico, también puede constatarse en la propia fisonomía urbana o rural. En las infraestructuras, por ejemplo. Y en la estampa de lo cotidiano que, por variar poco a poco, y por integrarse así en nuestras percepciones, a veces confundimos entre el pasado y el presente.

Seguramente hoy, víspera del Carmen, día de las gentes del mar, es un buen día para hablar del paseo marítimo de la ciudad. Un cambio crucial para la misma, que ayer mismo cumplía veinticinco años. Y que, no cabe duda, cambió la vida de muy buena parte de sus habitantes. Una infraestructura que nos puede parecer que lleva ahí siempre, pero sin que eso sea cierto. Ni mucho menos. El paseo empezó a ser tal en aquel momento. Antes, evidentemente, había las mismas playas, aunque con mucha menos arena antes de que se hiciese un importante aporte unos años antes, así como algunas calles que daban al mar. Pero era otra cosa, bien diferente, mucho menos integral y continuada. Una sucesión de vías estrechas con aceras todavía más exiguas e innumerables tapones, y con algunas construcciones del pasado, muchas en estado de abandono, que dificultaban o impedían la visión del mar y su disfrute.

Efectivamente, son veinticinco años de paseo ya. Porque el mismo tuvo su primer impacto en la ciudad en julio de 1992, cuando se abrió el tramo correspondiente a las playas. Más adelante, la obra continuó en sus tramos de O Parrote, Orillamar -que tanto cambió el entorno de San Amaro, por ejemplo- o San Roque, O Portiño y Bens. A Coruña se convirtió, así, en una ciudad prácticamente circunvalada por una vía adecuada para el paseo, la práctica de algunos deportes y la visión de su litoral. Algo inédito hasta entonces y que, lamentablemente, no se pudo poner en práctica todavía en ciudades próximas y hermanas, como Vigo y Ferrol. En la primera de ellas, la industria y la actividad portuaria sigue deturpando gran parte del litoral marítimo para el disfrute ciudadano. Y, en la segunda, las instalaciones de Defensa y la industria naval suponen tal tapón. Una pena.

Hasta que llegó el paseo a A Coruña, los vestigios de un pasado que renegaba del océano se acumulaban en la línea de costa. ¿Se acuerdan de la fábrica de muebles de Cervigón? ¿O del antiguo Parque de Bomberos? ¿Y qué me dicen de aquel Matadero que dio nombre a la playa hoy conocida así, y que hasta hacía poco vertía un inmundo río de sangre en sus aguas? ¿O de la perrera adosada al propio muro del cementerio de San Amaro... ? Ciertamente, la ciudad era bien distinta antes de la llegada del paseo, en lo que fue la obra estrella y más destacable del largo mandato de Francisco Vázquez como alcalde. Una obra que se extendió hasta 2011, y que supuso un antes y un después no solo para la fisonomía urbana, sino para el modo de vida de los habitantes de una ciudad que, a partir de entonces, sí que mereció el calificativo de abierta al mar.

Hoy el paseo sigue siendo uno de los principales activos de la ciudad, que sorprende al visitante y que hace las delicias del paseante residente. Una infraestructura ciertamente única, que todavía tiene mucho potencial para incorporar nuevas funcionalidades y posibilidades, de forma paulatina, adaptándose a los tiempos. Y un regalo estupendo para toda la ciudadanía, que hoy he querido recordar en esta columna, también para incidir en la temática de la percepción del paso del tiempo y del estado de las cosas en cada uno de los momentos que vivimos. Y es que veinticinco años nos parece que pasan enseguida pero, si uno se para, hay tanto diferente desde entonces... Ya ven... Todo pasa y todo queda, pero los cambios se suceden, y si comparamos la sociedad de hoy con la de hace veinticinco años, mucho ha llovido y muchas cosas han mudado desde aquellos tiempos. No cabe duda, a la luz de lo dicho, que una de esas cuestiones es esta magnífica vía, que tantas satisfacciones nos ha dado en estos años, y que tanto ha influido, por la práctica del deporte o del paseo saludable, en nuestra buena salud.