Seguro que en la antigüedad también se dieron casos de alergias e incompatibilidades alimentarias, quizás sin tanta habitualidad como ahora, pero tuvo que haberlas pues son dolencias anejas a la naturaleza humana. ¿Cómo las solucionaban antaño? Lo ignoro. Pero me compadezco que quienes las sufrieran porque sé de las urgencias que sufre una de mis sobrinas cuando descuidadamente toma cualquier bocado en el que haya sustancias de frutos secos a los que es alérgica. Afortunadamente el nivel sanitario y nutricional ha mejorado hasta niveles que pueden parecer exagerados. Hoy día hay comestibles específicos para luchar contra tales y cuales alergias, productos sin gluten para celíacos, y se ofrecen leches variadas con y sin lactosa, bebidas con y sin alcohol, alimentos sin huevo, etc. Bienvenidos sean esos cuidados. Pero no siempre los hay. Recientemente en un generoso bufé para el desayuno en un gran hotel de campanillas buscamos bollería sin azúcar para diabéticos, y nos llevamos el chasco de comprobar que no la había. Inexplicable por el nivel del establecimiento, ya metidos en plena campaña veraniega y turística, y por la relativa frecuencia de la dolencia diabética entre el público, pero lo contado es real, de hace menos de quince días. Confío en que se solucionen casos así.