Nuestras gentes del mar hacen, en este mes que se va, punto y balance para rendir culto a su patrona. Desde el Finisterre bretón hasta doblar el Finisterre gallego se suceden los tributos a la Virgen marinera, cuya devoción vino desde Nápoles y se popularizó en el siglo XIX, impulsada en Cádiz por los marinos de la Armada. Los ritos y ceremonias tienen singular expresividad en la Costa de la Muerte, siempre castigada por las tragedias, escenario en el que las Islas Sisargas parecen desprendidas del contrafuerte costero.

Es en la Costa de la Muerte, donde el Atlántico ofrece su inmensidad sin referencias. En La Coruña aparece más diáfana, es el mar universal, es el mar que nos invita a pensar, a gozar, a sufrir, en una palabra, a vivir. Aquí Galicia emociona siempre, aunque, a veces, la emoción se vierte en lágrimas. La mar para los coruñeses es la libertad, la cultura. Conocer la historia de nuestra ciudad, pasear, es mirarse en el espejo del Atlántico que nos lleva a evocar el carácter herculino, sutil, dispuesto a cazar al propio Hércules. Si usted tiene la suerte de encontrar a un interlocutor como el afamado pintor Alfonso Abelenda, maestro en tantas especialidades, caricaturista de La Codorniz, vallista internacional, universitario y extravertido, conversador ameno, habrá entrado de buena mano en La Coruña. Alfonso Abelenda, antaño paseante frecuente por lugares de intenso habitar, hoy, por razones oftálmicas, ciñe su recorrido a Riazor, cuya luz anima el espíritu y el cuerpo se vivifica en la brisa atlántica. Abelenda es una memoria ilustrada de La Coruña, que conviene ser escuchado para mejor conocer el alma de esta ciudad, cuya belleza visible catalogada, la distingue por no vivir concentrada en sí misma.

Otrosí digo

Hace un mes dimos cuenta de las frecuentes caídas que se registran en la confluencia de las calles Pasadizo de Pernas y Médico Durán. Una señora, después de pasar por Urgencias, que todavía lleva su brazo en cabestrillo, se puso en contacto con el Ayuntamiento para denunciar el hecho. Pasados dos días recibió la llamada de un funcionario, Luis García, dijo, que aseguraba haber visitado "in situ" el punto urbano y prometió reparar el piso deslizante y "sumergir" la boca de riego existente. Pasado un mes, como siguen los accidentes peatonales, la interesada se puso nuevamente en comunicación con el Ayuntamiento; le respondieron que "no existe ningún técnico llamado Luis García en el servicio de aceras municipal". Ustedes dirán.