Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística sobre población muestran con toda su crudeza el declive demográfico de Galicia y, en particular el de la ciudad de A Coruña. El desequilibrio ente el número de muertes y nacimientos se ha agravado aún más en 2016 y refleja el peor saldo vegetativo desde que se elaboran estas estadísticas, 1975.

El número de muertes superó el año pasado en 731 el de nacimientos y la cifra convierte al concello coruñés en la capital gallega con el peor saldo vegetativo. En las demás, aunque también hay más defunciones el desequilibrio es más moderado: en Lugo la diferencia es de 220, en Ourense de 451 y en Pontevedra de 120.

Galicia se está transformando en un territorio de ancianos. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, la comunidad gallega encadena 29 años con más defunciones que nacimientos y registra el peor saldo vegetativo de España. Este fenómeno, lejos de estar suscrito a las zonas rurales, afecta también a las áreas urbanas y buena prueba de ello es que A Coruña encadena 27 años con más fallecimientos que nacimientos. Además, tan preocupante como esta cifra resulta el hecho de que los mayores de 64 años con casi el doble de los menores de 16.

Galicia pierde 20.000 jóvenes cada año. El desplome de población se concentra en la franja de edad entre los 20 y los 35 años y la ciudad coruñesa no es ajena a lo que ocurre en el resto de la comunidad con la progresiva desaparición de la franja que busca incorporarse al mercado de trabajo o que accede a sus primeros empleos. Por otra parte la población más activa y de mayor futuro se desplaza a los concellos limítrofes como es el caso de Arteixo, Culleredo o Cambre, que según los últimos datos contradicen la tendencia generalizada y aumentan su población , probablemente por razones laborales y de coste residencial.

Que Galicia camina hacia el suicidio demográfico es una realidad que incluso admiten tanto la Xunta como el Gobierno central y prueba de ello son los incentivos fiscales a la natalidad. Pero, como apuntaba en las páginas de este periódico Diego López de Lera, sociólogo e investigador de demografía en la Universidade da Coruña el problema de que no haya nacimientos es un asunto político social.

Reducirlo todo a una cuestión meramente fiscal o de ayudas directas a la natalidad sería un error. Los países que han recuperado la tasa de nacimientos no son tanto los que tienen unos sueldos altos como aquellos donde el coste de tener un hijo ha bajado. Los jóvenes no tienen hijos porque no pueden, porque son demasiado caros. Más imprescindible que las ayudas directas es mejorar las condiciones sociales en las que una familia pueda tener hijos. Se trataría de ofrecer algo tan básico como una red de guarderías adecuada o unas políticas que faciliten el acceso a la vivienda.

Los números rojos en la parte baja de la pirámide demográfica de Galicia no son algo novedoso pero si es cierto que la crisis acentúa la pérdida de población joven por el nuevo fenómeno migratorio en busca de una oportunidad de trabajo. Los más jóvenes son uno de los colectivos que sufre las peores consecuencias den deterioro en el mercado laboral.

Los datos del INE muestran de forma clara que la ciudad precisa un modelo económico que no se limite exclusivamente al sector servicios. Por otro lado, también hacen patente el potencial del área metropolitana como tal, hasta ahora desaprovechado.

La gravedad del problema reclama un diagnóstico más profundo y exige soluciones imaginativas y complejas pensando a largo plazo. Las líneas a seguir pasan por apuestas económicas más innovadoras que permitan retener a los jóvenes en la ciudad y por un firme avance en la integración metropolitana que facilite hacer de A Coruña una de las grandes áreas residenciales más dinámicas. Resulta imprescindible empezar a hacer políticas ahora para que dentro de quince años, la próxima generación se encuentre con otras condiciones.