Terminando agosto, y con esto lo digo todo... Poco a poco, el verano ha serpenteado por el calendario, y afronta en pocos días su última etapa. La semana que viene clausuraremos este mes y, aunque oficialmente el estío se mantendrá hasta el equinoccio, allá por los primeros veinte de septiembre, muchas cosas habrán cambiado ya. El grueso de los desplazados por vacaciones volverá a su cauce, y las escuelas destilarán de nuevo vida, se retomarán muchas ocupaciones habituales y, como todos los meses de septiembre, los gimnasios y las escuelas de idiomas recibirán el fruto de todos los nuevos propósitos acumulados durante el verano. Un otoño siempre bello será, después, la gran recompensa a cambio del fin del verano. Y así, y así, y así...

Y el verano nos trae noticias, que no siempre son las llamadas, precisamente, "serpientes de verano", irrelevantes o sorprendentes sin más, y que tienen como misión llenar las páginas de los tabloides cuando poco se mueve en la sociedad. No, a veces en el verano irrumpe algo con fuerza y con voz propia. Como lo que nos cuentan de que el Producto Interior Bruto de Galicia bate su propio récord y, por primera vez, supera los 15.000 millones de euros en un trimestre. Una cifra a partir de la cual se pueden hacer muchos matices, pero que no cabe duda de que, en cualquier caso es una buena noticia. Una noticia importante, relacionada con la salud económica, pero también social y política de nuestro entorno próximo. Ese es el yin de la economía.

Pero ya saben que todo yin tiene su yang -simplemente su contrapartida, sin querer atribuir a uno y otro sus características propias del taoísmo-, y los tabloides también nos alertan estos días de ellos. Vale, generamos más que nunca, pero... ¿a qué precio? Pues lo cierto es que la nuestra sigue siendo, en buena medida, una sociedad depauperada. Se crea empleo, sí, pero es un empleo mucho más precario y temporal, muchísimo peor pagado y, lo que es más importante casi aún, muy distribuido en círculos cercanos y donde el "cara a cara" tiene mucho más éxito en su consecución que verdaderas políticas de búsqueda de la excelencia personal y colectiva. Si a esa radiografía sumamos la fuerte dependencia de los números globales de un par de actores verdaderamente enormes, surgen las alarmas. Y eso no quiere decir que no hayamos mejorado y que la mejora del PIB no sea una buena noticia. No. Quiere decir, exactamente, eso. Que somos muy dependientes y que tenemos mejores cifras absolutas, sin que eso tenga una repercusión clara, en muchos casos, en las vidas de las personas trabajadoras. Los números globales son más satisfactorios, pero la desigualdad ha aumentado en todo este período. Y eso no traerá nada bueno.

Dice el proverbio que el cambio se ha de producir con cierta perspectiva, cuando hay margen. En las épocas en que parece que las cosas van bien, pero donde se vislumbran ciertas alarmas, sin esperar a la debacle. Es por eso que, en tal contexto económico positivo, es importante tratar de producir ciertos cambios. Mejorando la diversificación económica de Galicia, tanto sectorialmente como tratando de reducir la excesiva dependencia de proyectos concretos. Y trasladando, en la mayor medida posible, tal mejora a las familias. Que, a la postre, son las que vía consumo van a dinamizar el mercado que, a su vez, alimentará la acción de la empresa. Y, mucho más allá todavía, son las que garantizarán estabilidad, seguridad, tranquilidad y positividad a nuestra sociedad.

Todo ello solo puede ser articulado desde la empresa, desde los estamentos productivos. La política podrá fomentarlo o ralentizarlo, apoyarlo o desentenderse, pero la acción coordinada de las personas para llevar a cabo proyectos de todo tipo, se debe a iniciativas privadas. Esta es la razón por la que este agente, en cualquiera de sus modalidades -sociedades, economía social, cooperativas- son tan importantes. Porque son la herramienta para nuestra actividad productiva. Es por eso que yo siempre le otorgo un papel clave a este ámbito, muy por encima del político -que está para que el marco común, inclusivo y solidario, justo y facilitador funcione, pero sin tantas alharacas como nos tiene acostumbrado-, si queremos mirar al futuro con cierta tranquilidad. Si la empresa no progresa -y aquí meto yo también lo relativo a la satisfacción de todos los grupos de interés de la misma, incluidos de forma expresa y especial sus trabajadores- este será oscuro en un mundo complejo.

Por eso soy de los que se alegran de que Galicia, oficialmente "vaya mejor" o incluso "vaya bien", pero también de los que avisan de que ni hemos llegado a una estación término ni, quizá, estemos aún en la mejor vía... Hay que seguir perseverando en que mayores cotas de igualdad -no mero crecimiento- sean la meta, y de que nuestra cartera de actuación global esté mucho más blindada respecto a cambios futuros, diversificando sectores, actores y clientes. Tenemos trabajo, vaya, para seguir entreteniéndonos...