Psss.... Sí, a usted. ¡Oigaaa! Sí, sí, a usted... Escúcheme un momento... ¿Se ha dado cuenta? Ya es septiembre... Parecía que empezábamos ayer este año de gracia de 2017, y el pobre entra ya en su recta final. Cuatro mesitos, que no son nada, para finiquitarlo y ponerlo en la nómina del pasado. Y, mientras, usted y yo aquí, vivitos y coleando, con ganas de conocer no lo que nos deparan los días que vendrán, sino de anticiparnos a ellos, modelarlos a nuestro criterio, e incluso aprovecharlos como si cada día fuese el último.... ¡A por ello!

Pero el verano está ahí, y espero que a todos nos haya servido para algo. Para descansar, para "cargar las pilas", para "desconectar" o para "hacer lo que quiero y no siempre puedo" son algunas de las respuestas que me han dado, al alimón, diferentes personas cercanas a las que les he ido preguntando. Ya me iría bien que cada uno de ustedes, si fuese tan gentil, me contase también qué ha hecho. Yo, poca cosa, en términos de lo que se suele contar que uno ha hecho. Una semana en el siempre maravilloso Portugal, cuatro o cinco excursiones de un día en Galicia para no dejar de estar en contacto con nuestros tesoros del paisaje, y mucha tranquilidad. Pero mucha cosa, como ven, en lo que atañe a ese mix de serenidad y sosiego, casi zen, que a mí me motiva y me interesa. Pero nada digno de los oropeles propios de los reportajes de vacaciones...

Cada año, además, algún tema especial cae en mis manos en verano, dándome a mí mismo la oportunidad de profundizar un poquito más en él. Tanto puede ser la Revolución Francesa como sumergirme en el maravilloso mundo de las maquetas ferroviarias, la música de un determinado autor o una compilación desenfadada de artículos sobre cualquier tema que me haya llamado la atención en otro momento, y al que entonces dedico más atención. Si a eso sumamos un poquito de deporte y disfrute del aire libre, para mí el resultado es mejor que cualquier otro posible plan.

Y este año el tema ha sido un personaje que, sin duda, la Historia no olvidará. Me refiero a Adolf Hitler, aquel que consiguió llevar a la recuperación y a mayores cotas de autoestima, potencia y gloria, pero también a la barbarie, al exterminio y a una nueva caída, a la Alemania de su tiempo. Un hombre cuyo discurso, profundamente populista y sencillo, y basado en postulados contrarios a valores humanos y humanísticos, sigue ganando puntos en la Europa de hoy, enquistada en sus propios problemas y en la falta de respuesta a los ajenos. Pero un hombre, a la postre, con su forma de pensar y sentir, en cuya vida y circunstancia tuve interés en avanzar un poco más en estos meses.

No sé cuántas películas, documentales, libros y otros documentos sobre tal temática, desde todos los puntos de vista, habré visto y leído en estas últimas semanas, pero estoy seguro de que me han permitido acceder a hechos que antes o no conocía o había olvidado. Y estoy satisfecho del resultado. Porque no podemos perder nunca el punto de vista del pasado para entender nuestro presente y, así, sentar las bases para un futuro mejor. Un futuro en el que, espero, aquellas demoledoras convicciones no tengan ni eco ni repercusión en generaciones futuras.

Sólo una educación de calado, un buen criterio generalizado en cuestiones que atañen a valores, un tejido social fuerte y una política digna y capaz nos alejarán de todo ello. Y... ninguna de esas cosas está en sus mejores momentos hoy en nuestro país y, por lo que se ve, tampoco en muchos otros, que ya han caído en las garras de unas muy preocupantes cuotas electorales de partidos con tal corte totalitario y xenófobo. El reto es cambiar tal tendencia, alejando de una vez todo el fantasma del odio que, una vez, asoló Europa, y que hoy continúa ahí. Si no lo hacemos, estoy seguro de que lo pagaremos caro.