Ante la posibilidad de despiece de la túnica sagrada, la nación real de los ciudadanos debería optar a elaborar una túnica laica y no reclamar una parte de la reliquia

M.V. Montalbán 17/2/2000

Antes de esta reflexión, M.V. Montalbán ya me había dado a entender que el estado-nación no gozaba de buena salud, ni el del nacionalismo español ni los que se reinventasen al abrigo del carlismo de Casanova y otros tantos a los que se les hacen ofrendas florales una vez al año, el 11 de septiembre o cuando les toque.

Tampoco sé hasta dónde habrá llegado la resaca del 1-O en Cataluña, tampoco me gustan los referendos, ni legales ni ilegales, siempre tienen trampa, la que el convocante tiende a los votantes para que acudan a celebrarle la ocurrencia.

Era un renacuajo en 1964 cuando el Che hablaba ante la ONU, Mao daba doctrina, se notaba el baby boom, sonaban Los Sirex y Conchita Velasco, las faldas eran más cortas y a Manolo Escobar no le gustaban; pero también CCOO denunciaba las injusticias en las minas asturianas; mientras, un tragicómico Manuel Fraga montaba la campaña propagandística del franquismo, los 25 años de victoria, llegaba el turismo, el 600 y el Spain is different. No importaban ni la ejecución de Grimau ni la guerra de Ifni, el TOP o las represalias por el Contubernio de Munich. Había empezado con el Te Deum en el Valle de los Caídos y terminado con la película Franco ese hombre salvándonos del comunismo. Menos mal que Marcelino le metió un gol a la Rusia, ondeando la hoz y el martillo en el Bernabéu.

Recuerdo más claramente elecciones del tercio de cabeza de familia llenando a paladas las urnas de papeletas, alguno sin saber si era candidato o simple votante. Todo eso fue una simple y burda manipulación de sentimientos y estómagos que aún recordaban las cartillas de racionamiento.

Avanzando en el tiempo, la huelga general masiva del 14-D podría haber sido considerada como plebiscito -no fue así-, los guardias de la porra se ganaron el sueldo y los nacionalistas estaban desaparecidos limpiándose los ombligos, porque la nación de los ciudadanos de Habermas sostenía "la prioridad de la nación real de los ciudadanos, sobre la imaginaria nación de los miembros de una comunidad histórica y étnica". Los nacionalpujolistas han de hacérselo mirar, su normalización, lingüística y de las otras, y su hegemonía no siempre tendrá sustento legal ni social, porque la política de hechos consumados y no consensuados ha aplazado el protagonismo de la nación real de los ciudadanos, puesto que los votos no se depositan sin haber explicado lo que se vota; puesto que la policía cobra para perseguir chorizos y violadores, puesto que los juzgados han de priorizar sus labores, puesto que los presidentes de los gobiernos han de gobernar olvidando la campaña electoral.

Parece que hoy los nacionalistas gobernantes convocan huelga general, ¿Es por las pensiones? ¿Por la renta básica? ¿Contra la reforma laboral? No creo, supongo que será por sentimientos. Lo siento.