Buenos días. ¿Se dan cuenta de que octubre, prácticamente, ha volado ya? Despedíamos el verano hace dos telediarios, y ahora ya casi toca dejar atrás el primer mes íntegramente encuadrado en el otoño. Sigue la rueda, pues, inexorable, y el tiempo continúa su eterno "tic tac". Espero que les haya ido bien en estos últimos días, y encontrarles bien de forma para abordar, un sábado más, una de nuestras dos citas semanales. Ahí vamos...

Y es que hoy es uno de esos días un tanto icónicos por lo que significan, mucho más allá de su aplicación práctica en este mismo instante. Miren, hoy es 21 de octubre y, un año más, celebramos en esta jornada el Día Mundial del Ahorro de Energía. Una cuestión que no es baladí, habida cuenta de los problemas globales para disponer de los insumos energéticos que nos permitan llevar a cabo una vida normal y productiva, en lo personal y en lo profesional. Y, mucho más en lo particular ya, teniendo en cuenta también la balanza de pagos de países como el nuestro, deficitario en todo tipo de combustibles, y fuertemente dependiente de los otros para poder abordar sus necesidades en lo tocante a este tema tan imprescindible.

Hoy, mucho más allá de las declaraciones de principios, recomendaciones de todo tipo en cuanto a ahorro y eficiencia energética, y de todos los elementos que suelen acompañar a este día, quiero hablarles de lo que considero más fundamental. Y esto tiene que ver con que no podemos seguir utilizando modelos y esquemas del pasado, cuando la sociedad y la tecnología han cambiado tanto en las últimas décadas. Se trata de poner definitivamente a punto soluciones globales que puedan incidir en un gran ahorro, mayúsculo, por encima de soluciones supeditadas a las necesidades e intereses -comprensibles pero de menor relevancia- de determinados grupos de interés.

En particular, los grandes centros de producción eléctrica con enormes redes de distribución siguen representando una fórmula eficaz y eficiente de producción, pero no pueden ser considerados ya como la única alternativa. Quiero llamar la atención, en este día, sobre el autoconsumo energético, el gran ausente y penalizado en nuestro ordenamiento, pero que está llamado a venir para quedarse. Tuve la oportunidad de trabajar hace algunos años en algunos aspectos ligados a la cogeneración eléctrica en fábricas necesitadas a su vez de calor o frío. Y la factura global, ya no para la empresa en cuestión, sino para la sociedad que la acoge, es evidente que resulta así mucho más barata. Lo mismo ocurriría con determinadas tipologías de domicilios particulares que, por sus características, podrían apoyarse en las energías renovables -y limpias- para, en conjunto, disminuir sensiblemente nuestra factura nacional de hidrocarburos. Es importante tener la visión a largo plazo para anteponer en esto el bien común a, repito, intereses particulares. Tal visión en España, hoy, o no se tiene o no se prioriza.

Lo mismo ocurre con el vehículo eléctrico. Y es que pudiera parecer que tal tecnología no se desplegará efectivamente hasta que los actuales líderes en ese complejo mercado del automóvil hayan amortizado determinadas inversiones precedentes, o abaratado determinados costes de producción de lo que vendrá. En cualquier caso, seguimos quemando combustibles fósiles en motores mucho más eficientes que los del pasado, pero que siguen compartiendo con ellos problemas que, en el caso del diésel, preocupan y cuya resolución no parece demasiado efectiva.

De alguna manera, parece que es al particular al que se le pide que apague la luz cuando sale de la habitación, que no deje sus dispositivos electrónicos en standby o que comparta coche, cuando asignaturas mucho más potentes para aprobar el gran examen del ahorro energético siguen sometidas a dilaciones que, cuando menos, llaman la atención. No quiere decir que todo lo anterior no sea bueno y pertinente, ni mucho menos. Simplemente, que las grandes palancas para un ahorro efectivo de energía siguen al albur de los vetos y las posiciones dominantes de quien se lo puede permitir, marcando la agenda global y tirando por tierra algunas cuestiones meridianas...

Bueno, ese es el mensaje que he escogido en este Día Mundial del Ahorro Energético, hoy mismo. Y sepan, si no son conscientes de ello, que el pasado martes día 17 fue, como también de costumbre, el Día Mundial para la erradicación de la Pobreza. Otra cita clásica sobre la que suelo escribir, y de la que daré cuenta más adelante. En todo caso, dos cuestiones, pobreza y energía, energía y pobreza, que tienen mucho que contarse también la una a la otra... Hablaremos de todo eso. Y más.... Cuídenseme... Y no se olviden de apagar la luz al salir...