Si me conocen ustedes mínimamente, saben que me interesan los temas esencialmente importantes, y no tanto los operativos o los relativos a nuestra mera forma de organizarnos. Se puede hablar de muchas cosas, y ponernos de acuerdo sobre ellas de una forma o de la contraria, se pueden pactar unas ciertas reglas del juego, o quizá otras realmente antagónicas. Pero hay puntos críticos, temas que no podemos soslayar y cuestiones que, en sí y sin que quepa la interpretación contraria, tienen la categoría de importantes. Pienso hoy en nuestra dependencia del líquido más preciado y precioso, el agua, y lo crítico que empieza a ser el nivel de la misma. Agua para unos cien días en la urbe mayor de Galicia, Vigo, y un preocupante cuarenta por ciento de reserva ya en nuestro Cecebre. O llueve de una vez, profunda, copiosa y generosamente, mucho más allá de las cuatro gotas con las que últimamente nos obsequia la naturaleza entre períodos extrañamente cálidos y despejados, o la cosa se pondrá de verdad fea.

No me he resistido a esta primera reflexión, por actual y pertinente, aunque hoy pretendo hacerme eco de otra cuestión. Y es que estas letras están escritas en el quinto centenario -al que hemos de sumarle otro día en la jornada de hoy- de un episodio que cambió profundamente Europa y el pensamiento de la época y hasta el contemporáneo, que causó guerras, contribuyó a mudar estructuras sociales de la época y que condicionó, inspiró y afectó a acontecimientos muy posteriores. Hoy, que Europa es más que nunca un referente para nosotros, de la mano de esa realidad multilateral que es la Unión Europea, me parece importante no perder la perspectiva de tal hecho singular. Y por eso lo traigo aquí. Y es que, hace quinientos años y un día, el 31 de octubre de 1517, Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg sus célebres 95 tesis, en las que condenaba explícitamente muchos de los usos y modas del catolicismo de la época. No cabe duda de que aquello rompió la Iglesia, pero su importancia fue mucho más allá. Y es que hay un antes y un después de ese día...

Ya ven, lo que comenzó siendo la reacción ante un catolicismo relajado y que había caído en prácticas -como la de la escandalosa venta de indulgencias- que a juicio de Lutero vulneraban el propio Evangelio, terminó influyendo en cuestiones que nada tienen que ver con la religión. A partir del hecho de que en los territorios luteranos los reyes absolutos perdieron poder, esto implicó diferentes transformaciones en Europa que han llegado hasta nuestros días. Y el propio debate y la confrontación entre los reformistas y los partidarios de la católica Contrarreforma suscitó un impulso decisivo a muchas otras cuestiones de carácter intelectual. Lutero es así, no cabe duda, un personaje clave para entender el devenir de nuestro continente y, muy en particular, el de algunos países de Centroeuropa. Y su impronta sigue muy viva, de forma que muchas de las decisiones que se toman hoy siguen basadas, en cierta medida, en postulados nacidos al calor de la época que su gesto propició.

En fin... supongo que Lutero y su Reforma son un buen ejemplo de lo que es la Teoría de la Complejidad. Y es que, como ocurre en dinámica no lineal, sabemos que el vuelo de una mariposa en Pekín puede terminar afectando al tiempo en Portugal. Pues, de igual modo, las veleidades de una curia y un papado y su cuestionamiento por quien entró como monje en Erfurt un 17 de julio de 1505 tienen influencia hoy en la cosmovisión del mundo desde determinadas ópticas de nuestros vecinos europeos. Y esto, vía Unión Europea, es fuente de nuestro ordenamiento jurídico y hasta de nuestro día a día. La vida, que no deja de sorprendernos...

Hoy les dejo con esta reflexión sobre Lutero y lo mucho que una acción individual puede virar la realidad. Ya les he hablado más veces sobre mi creencia de que un grupo suficientemente convencido de personas con argumentos razonables, por escaso que sea este, puede cambiar el mundo. Así lo pienso, a pies juntillas... Y me ha parecido que este es un buen ejemplo que conviene sacar a relucir, por tener mucho más recorrido que el de un cisma en la Iglesia, por importante que este sea hoy y lo fuese en su día...

Les dejo. Me daré una vuelta por algun bosque en este día de Todos los Santos y miraré hacia el cielo. Si me ven de esa guisa, no piensen que busco inspiración, o que recuerdo en este aniversario -quinientos años y un día- a la figura de Martín Lutero. Solo estaré mirando las nubes, si es que las hay. Es que, en serio, toca que llueva. Y mucho...