El portavoz del Partido Socialista Gallego, Pablo Arangüena, nombre a barajar para una candidatura a la Alcaldía de La Coruña, con la autoridad y panorámica que le permite su importante cargo político, ha reconocido la deriva del PSOE local, singularmente en el ámbito municipal donde no ha ofrecido un proyecto sólido y ha cedido espacio a la Marea. Arangüena, abogado, coruñés de pro, pertenece a una conocida familia local que siempre vivió y participó, en buena medida, en los problemas herculinos. La llamativa actitud del socialismo coruñés, como sostén de los mareantes, no alcanza las responsabilidades, influencia y protagonista que debiera tener un gobierno bipartito, aunque sea de facto. Su comportamiento se enmarca en la servidumbre de apoyo a una gestión convulsa y sin resultados apreciables, cuyo discurso se reduce a promesas y a expresiones oportunistas de estereotipos sin veracidad. Amparados en una burocracia empobrecida por su aroma de nepotismo, solo se sostiene por la mayoría numérica que le sirve el elenco socialista. Borges, que padeció en sus carnes el peronismo, al referirse al populismo criticaba su abuso de la estadística y se asombraba "si para resolver un problema matemático había que consultárselo al pueblo". Los mareantes sienten también la necesidad patológica de mandar aunque, en las formas, intenten que el vecindario sea participativo, pero sin llegar a modular el proyecto. Su lenguaje es adulterado, cuando no discurre por caminos de ambigüedad, como hemos visto en el problema catalán. Fieles a la fibra podemita en versión Ada Colau, hemos contemplado cómo a sus adversarios los han calificado como la caspa, la trama, después la mafia, más tarde la triple alianza y ahora bloque monárquico. Siguen el pastiche estudiantil, del que ha sido purgada nuestra paisana Carolina Bescansa. Un dato final, que no deja lugar a dudas: ante de llegar los mareantes, La Coruña estaba a la cabeza de las "ciudades Smart" de España, hoy estamos a la cola. Pertenecemos a las "ciudades rebeldes". Políticamente, hemos vuelto a la casmodia.

Otrosí digo

De nuevo, el premio de la Diputación coruñesa Torrente Ballester ha sido limitado a los autores en idioma gallego. De hecho, se ha vetado a los escritores en lengua castellana, tanto nacionales como americanos, siempre atraídos por la figura del eximio ferrolano, cuya fama universal se popularizó con su obra Los gozos y las sombras. Un éxito más de la vice-todo de la Diputación y vice de la Normalización, dispuesta a que todo se encierre en casa.