En Galicia la Navidad es una amable devoción cuyo impulso vital es un acto de fe que brilla sobre las luces mortecinas, abstractas, que adornan las calles de La Coruña, como indicio de que en el Ayuntamiento hubiese tomado cuerpo el aburrimiento. Como en otras efemérides religiosas a los gobernantes locales les sale el ramalazo anticlerical, como si la Navidad y el Año Nuevo fuesen de "derechas". Galicia, recordamos, ha sido la primera región española donde se cantaron villancicos ( panxoliñas) que, más tarde, se extendieron por toda la Península Ibérica. Por estas fechas es costumbres publicar balances, rememorar acontecimientos del año que se acaba, pero solemos olvidarnos de las historias minúsculas de quienes nunca han sido invitados a la Historia, con mayúsculas. La historia privada es la que ofrece alaridos y silencios de angustia. Entre los esperpentos histórico-políticos de estas fechas, destaca el parlamento de la número dos del PSOE, Adriana Lastra, que optó en el Congreso por una fórmula onomástica para considerar "fascista" al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y emparentarlo con José Antonio Primo de Rivera. A la "feria" se animó el alcalde de Cádiz, empeñado, inútilmente, en borrar el nombre de Ramón de Carranza del estadio local. Desconocía El Kichi, como se le conoce popularmente, que el prócer gaditano no tiene parentela política alguna con un descendiente suyo de iguales nombre y apellidos. Un caso parecido, más cercano, ocurrió aquí con la eliminación del nomenclátor urbano del nombre de Arcadio Vilela Ramudo, que se incorporó muy joven al Movimiento y siguió carrera militar. Cuando las confusiones afloran a la luz, la historia pasa a ser novela. La memoria es una jerarquía mutante de honores en la que, cuando actúa el sectarismo, se sustituye el honor por el olvido y la deshonra.

Otrosí digo

El cuponazo vasco está de moda en nuestra política actual. "Sin Dios no quiero nada", decía Sabino Arana, fundador del PNV. El hoy presidente Urkullu parece tener otros reparos y no desear repetir el fracaso de su antecesor Ibarretxe, que no acertó a presentar su Plan secesionista, "cupo" incluido, como elemento diferenciador. No bastaba para la escenificación la comida y el ingenio de la cocina vasca; un marinero con el remo al hombro, la barra llena de pintxos y cocochas y el chacolí, vino originario de Miranda de Ebro, como certifica el filósofo y periodista burgalés Pedro Cuartango.