La vida municipal coruñesa de hoy no admite comparaciones con etapas de hace más de media centuria, por razones que huelga explicitar. Sí pueden establecerse valoraciones y estilos entre quienes ocuparon las sucesivas corporaciones y los de las últimas hornadas. Antaño llegaban al Ayuntamiento de la Coruña ediles con formación académica y una hoja de servicios profesionales bien acreditada. Citaremos entre otros a Sánchez Salorio, Ignacio Bescansa, Pérez Cepeda, González Dopeso, Jiménez de Llano, Vázquez Pena, Purificación Taboada, Pedreira Ríos, Enrique Mariñas, Martín Luna, Antonio Amado, etc. cuyas biografías pueden ser bastanteadas. Había, entre ellos, honda preocupación por abordar los temas ciudadanos y no dejarlos en la superficie. Los actos municipales no eran una "debilidad mental" como los calificaba Borges, humillado por Perón con un destino en Parques y Jardines. Los concejales citados llegaban con prosapia profesional confirmada y un afán de servicio impagable. Ahora, son nuevecitos, del paquete, se distinguen por su rechazo a cualquier propuesta de la oposición, no la quieren como "profesores de apoyo". En las Diputaciones, quienes están encaramados son los mismos que pugnaban por su desaparición; las han convertido en órganos distribuidores de dinero. Abundan, como en el municipio, los asesores, de cuya curiosidad heurística no hay noticia, en tanto el periodismo orgánico pretende fabricar personajes que la Naturaleza y la Historia no proporcionan. Zapatero, que en su Gobierno alumbró a figuras como Pajín y Aído, cultivaba a los informadores progres a través del teléfono: "Muy bueno lo tuyo de hoy, lo has clavado", solía repetirles. De aquellos concejales laboriosos, conocedores de la historia coruñesa, hemos llegado a políticos emergentes que sestean en la ideología y en su convencimiento doctrinario. Paradójicamente, nunca como ahora se han cantando repetidamente las glorias de la democracia ni de exigir con tanto énfasis moralidad pública, mientras los gobernantes posponen sus obligaciones con el ciudadano contribuyente.

Otrosí digo

Borges era refractario a cualquier acto social, organizado con carácter oficial: no le gustaba ser utilizado como figurante y solía no ocultar su malestar. En cierta ocasión un ujier, advertido de la incomodidad del escritor, se acercó a él y le preguntó: "Maestro, ¿se siente incómodo? ¿Quiere irse?". "¿Es que estoy?", le respondió.