Parece que anda algo alterado el ministro Zoido en sus andanzas persiguiendo a delincuentes que en Internet divulgan bulos, injurias y demás maldades. Comprendo que los afectados estén alarmados e indignados, sobre todo en los casos de amenazas anónimas contra la alcaldesa Carmena, el diputado Rufián, el policía madrileño que destapa el jolgorio de mensajes fascistas, la lista es larga.

La tentación de la censura y la represión es la primera que le viene a la cabeza, sin darse cuenta de que poco alcance y efectividad tendría, tal y como ocurre en las dictaduras y dictablandas que salpican el mapa, sin ir más lejos los felices norcoreanos trafican con tarjetas SIM y terminales no controlados desde las fronteras; tal y como se escuchaba Radio París o La Pirenaica. Sin ánimo de comparar, también anda detrás de raperos y otras hierbas que despotrican en sus letras sandeces sin tino. La censura tampoco pondrá freno a la estulticia ni puertas al campo. Nunca pudo y ejemplos claros de persecución los ha habido siempre.

Previamente podría poner más medios e interés en perseguir y enviar ante los jueces a los ciudadanos presentes en los papeles de Bárcenas, en las descaradas conversaciones de todas las tramas estafadoras que buscan juicios nulos o delitos prescritos. A fin de cuentas también se amparan en el supuesto anonimato, aunque sepamos casi todo de ellos, hasta dónde hicieron la primera comunión. No estaría de más que le recomendase al señor Cañizares un poco de continencia a la hora de adjetivar comportamientos ajenos, en absoluto delictivos.

En fin, parece que la red es el diablo y que todos estamos dedicados en cuerpo y alma a su uso y abuso, también la imprenta causó gran preocupación por la rápida reproducción de los textos sin control, pese al alto grado de analfabetismo. El Lazarillo es anónimo y son perseguidas sus ediciones por sus críticas a clérigos, por cosas nunca vistas ni oídas. Hoy, los mismos siguen pensando lo mismo. No olvidemos que diferentes problemas de difusión hay para Caperucita Roja, Darwin, Anne Frank, Carroll, Cervantes, Harry Potter, Homero, Bocaccio, ¿Dónde está Wally?, Joyce, Mark Twain, Nabokov y tantos otros por razones delirantes.

No olvidemos que la Iglesia católica, como todas, mantiene vigente el Índice de libros prohibidos, una lista de libros perniciosos para la fe, hasta 1966, quizá porque no tenía ya mucho éxito ni credibilidad. Desde las cantigas de escarnio, el Cantar de Mío Cid, lírica amorosa, romances de ciego, pliegos de cordel a tantos y tantos pseudónimos que ocultaban autores y autoras que precisaban resguardo hasta los más recientes que sorteaban la censura franquista; para todos era necesario el anonimato, podía caer la ley sobre sus obras; pero llegamos a conocerlo casi todo. En resumen, el que tiene padrino se bautiza, como el candidato popular para el 21-D que usa el "a por ellos" sin vergüenza.