Aquí estamos de nuevo, hoy con pocas expectativas, mucho más allá de desearles de corazón una Feliz Navidad. Sé que las fórmulas generales no sirven, y que a veces hacen daño, habida cuenta de que a uno llegan a felicitarle este día cuando está en una situación crítica, cuando se le muere un ser querido o cuando el ánimo no le llega a la suela de los zapatos por mil y un motivos. Por eso les pido que administren ustedes mismos este cuento de felicidad que les propongo y que he preparado con mimo. Y, a partir de ahí, transfórmenlo en lo que ustedes quieran. Puede ser un deseo de buenos hados, adaptado a la cuita que les subyuga, deseos de que el 2018 que se cierne en el horizonte nos traiga lo mejor, o un deseo sincero de paz y prosperidad.

Ciertamente, a mí no me acaba de encajar de todo la visión actual más extendida y convencional de la Navidad. Soy una persona bastante espiritual, lo cual no quiere decir que compre el pack completo de ninguna religión precocinada, y me gusta la idea de que fomentemos, al hilo del solsticio de invierno, ideas de fraternidad, solidaridad, paz y alegría. Pero hacer la derivada de pasar de ello a una explosión consumista sin mucho más detrás, me cuesta. Por eso me cuestiono abiertamente, y les cuestiono a los demás, muchos de los enfoques que hoy se nos presentan ligados a las fiestas navideñas. Yo creo que comprar -y, por tanto, vender- es un acto necesario y que no nos tiene que producir ningún complejo. Pero ligarlo a los valores de la Navidad o, más en general, de tal fraternidad, no. En modo alguno.

Yo suelo pasar una Navidad muy sencilla. Todo se suele resumir en una comida familiar. Bueno, en un conjunto de comidas, porque son varios los días importantes en estas fechas. Pero poco más. Son días de reunión, entonces, que se asemejan a muchos otros que suceden en el año, y que se me antojan bonitos, porque no dejan de ser un tributo y reconocimiento a los mayores, por ejemplo, o de tener más tiempo para estar cerca de los que vienen detrás. No sé si la Navidad es eso, o mucho más, pero esta es la forma en que la he celebrado siempre, aunque a veces haya añorado la posibilidad de celebrar el Año Nuevo, por ejemplo, en la intimidad de un refugio de montaña en los Picos de Europa o en el Pirineo. La verdad es que nunca me atreví a hacerlo, por no romper la dinámica y la tradición de tantos años... Y, ¿saben?, no me arrepiento, a pesar de que hubiese estado divinamente en un lugar así en una fecha tan mágica.

Sí. Creo que la Navidad tiene una magia propia. Quizá la recogida por Dickens en su Cuento de Navidad. O por tantos otros autores que nos muestran una forma sencilla y cariñosa de acercarnos a los demás, proponiendo valores universales ligados a la importancia del otro, en general. Y es que, por encima de las alharacas y lo superpuesto a la realidad, el amor es la base de todo ello. La tradición, en el fondo, explica para esa noche de 24 de diciembre una historia de amor, por encima de las dificultades de quien estaba en situación de pobreza y se había visto obligado a salir de su casa para cumplir la norma. Creo firmemente que en el amor, una vez más, está la mejor forma de salir del paso en esto que se llama vida, y que asumimos como algo normal aunque, a poco que lo pensemos, no deje de ser sorprendente, inquietante y... muy mágico.

Feliz Navidad, amigos y amigas. Disfrútenla como puedan, o no la disfruten, si ese es su deseo. Pero piensen que en la vida hay dos formas de ser, siendo muy simples y sencillos: o ver la botella medio llena o medio vacía. Al final, por supuesto, la botella siempre se vacía del todo, porque la muerte es el único epílogo posible para la vida. Pero la Navidad es una excelente ocasión para revalidar una visión optimista y enfocada a los demás de nuestra propia existencia. Quédense con lo que les guste, y ni siquiera se planteen lo demás. Pero, por favor, intenten vivir estos días -como todos- desde su propia sensibilidad y criterio, y regálenle un poquito de amor a las personas que tienen alrededor. A veces uno no es consciente de que así todo es más fácil, más bonito y especial. ¿Será ese el espíritu de la Navidad?