No es que servidor haya esperado, ni aguarde, milagros este año nuevo; mucho menos una vida nueva; pero, vaya, no estaría de más algún detallito, algún cambio positivo se hubiese derramado en los boletines oficiales, que de las declaraciones de buenas intenciones pasásemos a vislumbrar actuaciones que nos animen a congraciarnos con nosotros mismos y algunos de nuestros semejantes.

Nos asomamos, observamos que ya se han acabado las colonias y los perfumes. Cataluña sigue sin estar colonizada y los que lo deseabais, ya estáis perfumados en múltiples lenguas.

Hablando de perfumes, no sé la razón por la cual recuerdo ahora al personaje creado por Süskind, Grenouille, aquel perfumista asesino. Una de esas obras que solo se lee una vez, en la que se describen muy bien los olores; pero en la que no hay un protagonista interesante, no hay un hilo argumental bien construido, ni un final a la altura. No es fácil conseguir que el lector empatice con un personaje malvado, es necesario escribir como Nabokov para crear el pederasta Humbert Humbert, ser detestable, contra casi todos nuestros principios, que sin embargo nos atrae. No como el Grenouille insulso de prodigioso olfato, azarosa vida y nada más. Es un niño que pasa de mano en mano porque nadie le quiere, a partir de ahí perpetra un asesinato tras otro para terminar el relato en un deus ex machina ilógico y desproporcionado, desesperado y completamente fallido, el personaje se rocía con el contenido de su adorado frasco, con las esencias conservadas tras sus crímenes y los habitantes de aquel hediondo París lo descuartizan y devoran, orgullosos y felices. ¿Gran éxito de ventas? Sí, pero también 50 Sombras de Gre y.

Sirva este breve comentario recordatorio de El perfume para reflexionar sobre otros olores, sobre si sigue oliendo a podrido en Dinamarca, Austria, Polonia Bruselas o más cerca. Mi olfato no alcanza a saber, ni siquiera a recordar, quién está preso o quién ha salido depositando un pastizal indecente como fianza ante los tribunales.

Pero el olfato de nuestros gobernantes sigue perfectamente engrasado, de pronto les ha entrado una suerte de euforia pactista para lavar las vergüenzas malolientes y no caben en sí de gozo, comprometiéndose a subir el salario mínimo y no el Iprem; ensalzando el pacto contra los asesinatos de mujeres sin poner un eurito que financie las medidas de prevención necesarias, los refugiados que salvan la vida en su peripecia lo hacen para aparecer suicidados en Archidona. Para colmo de males nos confirman algo que ya todos olfateábamos, Trump lo tiene todo más grande y es analfabeto funcional. ¿Eufóricos estamos?