En un mes, el 4 de marzo, hay elecciones en Italia, país fundador de la UE y la tercera economía del euro. Son relevantes porque Italia tiene problemas de crecimiento y alto déficit público que en el 2011 forzaron la salida del entonces primer ministro, Silvio Berlusconi, con múltiples problemas judiciales y muy desacreditado.

Pero ahora Berlusconi -pese a estar inhabilitado para cargo público- a sus 81 años vuelve a ser clave. Su partido (Forza Italia) ha hecho coalición electoral con la Liga Norte (populista y antieuropea) y Hermanos de Italia (postfacista) y con un 36% encabeza las encuestas, delante del Partido Democrático en el poder (centro-izquierda) y de los populistas duros y antieuropeos de Movimiento Cinco Estrellas (5E), ambos con un 28%.

Es difícil que alguno de los tres tenga mayoría para gobernar. Se impondrán los pactos y aquí es donde Berlusconi, que se ha erigido en el enemigo del populismo de 5E pero con un programa de rebaja de impuestos poco factible, puede tener un papel decisivo.

Dos gobiernos parecen posibles. El primero estaría formado por la Liga y Hermanos de Italia que tras romper con Berlusconi se unirían al movimiento 5E en un gobierno antieuropeo. Sería poco probable que Italia saliera del euro, pero se convertiría en un gran torpedo ante los proyectos de Macron y Merkel (si finalmente forma gobierno) de dar un nuevo impulso al euro. En Bruselas tiemblan ante este escenario paralizador.

La alternativa sería que el Partido Democrático, que pese a haber gobernado razonablemente está castigado en las encuestas desde el fracaso de Renzi en el referéndum de diciembre del 2016, formara gobierno con Berlusconi, menos reticente a Europa. Sería el mal menor y Berlusconi -siempre hábil- ya ha ido a Bruselas para restablecer lazos con Juncker y el PPE, del que Forza Italia forma parte.

Este gobierno, del que Berlusconi no podría formar parte, estaría presidido por el actual primer ministro, el hábil Paolo Gentiloni, si el Partido Democrático tiene más escaños que Forza Italia o por el presidente del parlamento europeo, Antonio Tajani, si Forza Italia saliera mejor parada.

Europa ha salido de la crisis gracias en gran parte a la política monetaria del BCE y el populismo no se ha impuesto en ningún país. Pero, excepto en Francia por el fenómeno Macron, la herencia es una fragmentación política que crea problemas de gobernabilidad. En Berlín y en Madrid, y en un grado máximo en Roma donde la izquierda italiana tendría que convivir con Berlusconi, su enemigo histórico. Tres de las cuatro grandes economías del euro tocadas por la fragmentación política.