Galicia vive la plenitud del Carnaval con sus tradiciones ancestrales, que tienen la mejor expresión en el ámbito rural. Los gobernantes actuales sienten recelo por las máscaras y las murgas, razón por la cual no gustan de las manifestaciones públicas que difieran de la pancarta reivindicativa contra el poder de turno. Aquí, hemos tenido un ejemplo con la desnaturalización de los festejos de las Hogueras de San Juan. A las autoridades locales parece molestarles la sátira, y consideran a la risa una locura como la ira. En política todo el año es Carnaval porque en el horizonte se aprecia un activismo ideológico acentuado. Se incurre en hacer caricatura de la realidad, tanto, que resulta difícil distinguir a los políticos de sus propios guiñoles. He aquí que les resulte casi imposible procesar el silencio como experimenta la ciudadanía cuando la sutileza, la caricatura y la gracia se transforman en paradigma de la verdad y de la justicia. En Galicia haría falta un Boadella que, además de ser excelente actor, destaca porque su arte es humano y profundo. En momentos en que el populismo nos rodea, necesitamos humoristas para que una sonrisa sana, traspasada de piedad y otra mordaz, disipen tantas nubes negras y se imponga una más humana meteorología. Sería entonces cuando nuestros contemporáneos, en el ejercicio del poder, despertasen del limbo, en ocasiones perverso, que los inunda; corren el peligro de pasar de irenarcas a fuguillas.

Otrosí digo

Se ha constituido, bajo la presidencia del alcalde Ferreiro, el Consejo Municipal de la Memoria Democrática. La democracia no necesita adjetivos; la democracia en la práctica no es nada si no exhibe compromiso con la verdad. Sería positivo que este Consejo corrigiese los errores cometidos en nuestro municipio, por la aplicación de la Ley de Memoria Histórica que aquí mismo hemos señalado. Conviene a los consejeros municipales "memoriosos" recordar las palabras de Amado Nervo sobre la "desnudez del sustantivo", timbre de certeza.