Vaya por delante que Fuego y furia, el detallado recorrido de Michael Wolff por los cien primeros días de Donald Trump en la Casa Blanca, se erige en un nuevo jalón del reporterismo norteamericano. Asombra especialmente por tratarse de un género de orfebrería, sin practicantes en España porque exige un depurado trabajo de campo. Ahora bien, el índice onomástico al final del libro debería estar plagado de cruces fúnebres, junto a un piadoso "e.p.d.".

El disparatado índice de mortalidad en la vigente Administración estadounidense supuso que la edición inglesa de Fire and fury ya pareciera un camposanto. En los meses transcurridos desde la publicación del superventas en inglés, el ritmo de despidos fulminantes se ha acentuado, en paralelo a los caprichos de un Trump crecido en el cargo. A lo largo de las últimas semanas, han caído Hope Hicks -23 menciones en el libro- y Gary Cohn -16 intervenciones-.

Se tambalea incluso el yernísimo Jared Kushner, y quienes retrasen la lectura de Fuego y Furia hasta el verano pueden encontrarse con el primer presidente divorciado mientras ocupaba el trono de emperador del planeta. Con solo nueve salidas a escena, Melania Trump se ha resignado a un papel secundario en la crónica artúrica enhebrada por Wolff. Componen la primera pareja presidencial que duerme en habitaciones separadas de la Casa Blanca desde los Kennedy, todo un presagio. Por lo menos, así ocurre en los no muy numerosos días en que la esposa abandona su refugio en la Trump Tower neoyorquina para pernoctar en Washington.

Las rotaciones a ritmo de ruleta no perjudican un relato dotado de una trabazón ejemplar. Trump arde bien en castellano. Pese a la desaparición de la mitad del elenco de la Casa Blanca desde la publicación de Fuego y furia en inglés, el libro de Michael Wolff continúa siendo una aproximación imprescindible al poder desbocado. Este notable ensayista maneja un ritmo trepidante, no da tregua al lector. De nuevo, una lección para los pomposos articulistas españoles, que se sienten obligados a sentar cátedra sin la documentación previa.

En el libro y en la vida, todas las menciones hurtadas a Melania Trump son succionadas por Ivanka Trump. La Primera Hija sustituye a la Primera Dama, incluso en las ambiciones sucesorias a que nos han habituado las esposas de los inquilinos de la Casa Blanca. En Fuego y furia se recoge que "Jared e Ivanka habían sellado un pacto entre ellos: si se daba la oportunidad, ella sería la candidata a la presidencia (o la primera de la pareja en intentarlo)".

Es decir, Ivanka no sustituyó a su padre junto a Angela Merkel en la mesa de negociaciones por un desliz del protocolo, la intención de la diseñadora siempre fue adelantarse a Hillary Clinton como la primera presidenta de Estados Unidos. En este duelo virtual, el autor de Fuego y furia se desvía excepcionalmente de su obsesión por la Casa Blanca, para adentrarse en la derrota de la candidata Demócrata. "Si permaneces el tiempo suficiente bajo el foco mediático, tu destino, igual que el de un déspota de república bananera, es a menudo desagradable, una ley que Hillary Clinton no pudo soslayar. Los medios tienen la última palabra".

Los entrevistadores asombrados por las revelaciones de Fuego y furia, le preguntaban a Wolff si advirtió a Trump sobre el objetivo implacable de su escrutinio, aprovechando su condición de infiltrado en el Ala Oeste. "Se lo expuse, pero no creo que me escuchara". Esta sencilla observación compendia al hombre más poderoso del orbe, aunque el presidente preferiría ser el más rico. De ahí la paradoja contenida en el libro, que describe la estupefacción transmitida al mundo entero. "Si bien es cierto que Trump se sentía a menudo más influido por la última persona con la que había hablado, en realidad no escuchaba a nadie".

El secreto de Fuego y furia no radica en la sujeción a una inviable pureza ideológica. Wolff tampoco persigue una neutralidad utópica. Su éxito radica en la ausencia de compromisos, que el lector aprecia enseguida y que le permite sobrevolar a los fallecidos en el campo de batalla. El autor explota su experiencia previa como biógrafo de Rupert Murdoch , el consigliere por el que suspiran todos los candidatos Republicanos. Mientras que Trump se sintió obligado a proclamarse un "genio" tras la aparición del libro, Wolff lo despacha de un trazo. El presidente "tenía miedo de antiguo a ser envenenado, y por esa razón le gustaba comer en un McDonald's".