Ha aumentado considerablemente el número de voces, de baja calidad y subido tono, en la política española. En el parlamento, en la calle y en los medios se percibe un ruido constante y desordenado de actores pronunciándose sobre todo y escasos de fundamentos sólidos. En las últimas semanas la política se ha llenado de manifestaciones, mujeres, pensionistas, policías, independentistas y desde ayer, lo que faltaba, inmigrantes a cuenta de un suceso desgraciado. Y además, parálisis legislativa y debates parlamentarios sin acuerdos sobre presupuestos, pensiones, la PPR o cualquier cosa. Predomina la brocha gorda, la demagogia, la sobreexcitación y el navajeo político presentando un panorama poco tranquilizador. En pocos años hemos tirado por la borda aquel escenario ordenado sobre dos partidos importantes y responsables y dos o tres más, PNV, CiU e IU que hacían política jugando cada uno el rol que le era propio, evitando así, junto a otros relevantes actores sociales, el desconcierto, la estampida y, finalmente, el alboroto que es de lo que es capaz la ciudadanía en ausencia de aquella dirección política de los partidos imprescindibles para representar a las grandes mayorías sociales y articular, encauzar, analizar, ordenar y ajustar sus reivindicaciones a la realidad. Cuando esos partidos, por exceso o por defecto, pierden el norte y cuando los nuevos no acaban de asumir sus responsabilidades porque se vive mejor en el contra todo, en el buenismo y la irrealidad pasa lo que estamos viviendo desde hace casi dos años. No está a la vista pero sería una muestra de inteligencia colectiva recuperar lo que con poca prudencia despachamos desde las elecciones de diciembre de 2015.

Pero no hay que inquietarse porque aguantamos. Porque aguantan el gobierno, los jueces y las instituciones, porque aguanta el Estado y porque la realidad de esta sociedad nuestra no es como nos la pinta tantas veces la ruidosa agenda semanal que nos ofrecen. Lo de Cataluña no ha tirado a la basura la Constitución, como nos aseguraban.

El 155 sigue funcionando aunque muchos lo querríamos más activo, con ceses de altos cargos como el del secretario de Difusión y Atención de Medios de la Generalitat. Sigue el Poder Judicial a su ritmo pero a lo suyo con acierto y aplomo tanto contra delincuentes económicos y corruptos como contra sediciosos y enredadores. Y sigue el gobierno sorteando dificultades porque facilidades no encuentra en la oposición que o se mira el ombligo o mira los sondeos o salta a la calle a las primeras de cambio.

Siguen las instituciones funcionando y, cómo no, sigue la sociedad mayoritariamente laboriosa y pacífica, preocupada y exigente pero con los pies en el suelo y entretenida con lo que pasa. Pasa que España aparece como el quinto país en el que mejores posiciones y expectativas tiene la mujer; pasa que el gobierno ha acordado subidas salariales con los funcionarios públicos y con los policías, además de una subida del salario mínimo interprofesional y anuncia una subida de las pensiones; pasa que sigue el crecimiento, que los Ayuntamientos podrán disponer de más dinero, que ya no hay comunidades autónomas al borde de la quiebra y que ha vuelto la oferta pública de empleo como no se veía hace años. Y encima llueve.