Hace días me sorprendió un artículo, Breve decálogo de ideas para una escuela feminista, habla de cómo tendría que ser la educación. No quiero recordar la publicación ni hacer propaganda a la autoría, son fáciles de localizar. Simplemente diré que se trata de un relatorio de medidas, muy simples, para darle la vuelta al calcetín y convertir los centros de enseñanza en la panacea de la justicia y la felicidad universales, frente a los focos de opresión que son hoy en día las escuelas, según las autoras del decálogo.

Después de los gritos de rigor proclamando que la escuela es el mecanismo de reproducción del sistema dominante, nos plantean la subversión, la transformación. Es evidente que la sociedad puede y debe ser distinta, que la escuela puede y debe colaborar para que así sea, gran novedad. Quien haya vivido la escuela franquista, la de Villar Palasí, y demás hierbas, será capaz de apreciar los avances que docentes y no docentes han conseguido en la transformación de la educación; faltaría más, desde la ley Moyano hasta hoy, soy de los que prefieren parar, templar y después, lo que sea conveniente.

Acepto la recomendación de intelectuales feministas, algunas de las cuales sí he leído; pero está claro que nunca seré capaz de leer todo lo que se pone a mi alcance y ya soy mayorcito.

El imperativo decálogo da instrucciones para el estudio del feminismo, la afectividad, los usos del lenguaje, etc. Todo hermoso sería, si no hubiese que llevar al alumnado preparado para la selectividad sin faltas de ortografía.

No veo ningún problema para incluir en el ridículo espacio que tienen la historia del arte, la filosofía y las literaturas, española y universal, a todas la mujeres injustamente marginadas por la crítica literaria, escrita por hombres y mujeres.

En cuanto a las ciencias, considero que lo importante es animar a las niñas, para que se impliquen más en su estudio, porque es su derecho, no porque haya habido científicas ilustres.

Abogan las autoras por prohibir libros machistas, nombran a seis autores destinados al Index , con más pena que gloria; puestos a señalar posturas reaccionarias y machistas podrían empezar con Pardo Bazán, contrabandista de armas para los carlistas y misógina con las trabajadoras en La tribuna.

Se me acaba el folio, sólo comento que se nos ordena no separar los baños por sexos, recordar que el mundo es diverso, no heterosexual, eliminar los códigos de vestimenta, prohibir el fútbol. Pero todo es responsabilidad de toda la comunidad educativa, no de los docentes.

Asimismo hemos de eliminar la religión católica, supongo que el resto también y censurar la música investigando las listas de reproducción del alumnado. Nos mandan cambiar los nombres de los centros, ahí estoy de acuerdo, hay que poner números, como a las calles.

Termina el decálogo organizándonos las bibliotecas escolares con libros escritos y protagonizados por mujeres sin decirnos qué puede haber y qué hay que expurgar en las estanterías. En fin, 40 años de oficio, para nada.