"Mejor vida es morir, que vivir muerto".

Francisco de Quevedo

He de reconocer que sabía de tal evento malagueño en Semana Santa. Una réplica de la escultura de Pedro de Mena (último tercio del S. XVII), que representa a un crucificado, es paseada por la ciudad en confesional ceremonia católica. Hasta aquí casi todo bien, salvo el peligro que corre el patrimonio cultural y el contenido político, militar y religioso del mismo. Allí presidían jerarcas de la iglesia católica, que no puedo identificar, militares de alta graduación y, al mando, la madrileña ministra de Defensa, Dolores de Cospedal y García, con el acompañamiento de lo que se suele llamar el núcleo duro del gobierno, los ministros de Interior, Juan Ignacio Zoido; de Justicia, Rafael Catalá; y de Educación, Cultura y Deporte, Iñigo Méndez de Vigo y Montojo, barón de Claret, entonando La canción del legionario, la que habla de los novios de la muerte y en la ocasión dedican a esa imagen del crucificado, que al parecer representa una buena muerte.

Quede claro que respeto, como no podría ser de otra forma, las imaginaciones, manifestaciones populares, su libertad de expresión y, por lo tanto, las de las confesiones religiosas que sus jerarquías organicen, previa comunicación a la autoridad gubernativa en tiempo y forma para organizar los dispositivos de tráfico, orden público y demás menesteres precisos para el buen desarrollo del acto.

Pero no entiendo que funcionarios de las fuerzas armadas ocupen su tiempo pagado con presupuestos públicos actúen en esos eventos, sea como actores o como espectadores. Con su vida particular, en su tiempo de ocio, que hagan de su capa un sayo. Tampoco entiendo que entre las misiones de obligado cumplimiento de los ministros del gobierno de la nación esté acudir, en representación institucional, a estos actos confesionales.

Asimismo no me cabe en el magín que se pongan de luto las banderas por orden la ministra de defensa, no me preocupan las banderas -todas están manchadas de sangre- sino que respeto a aquellos ciudadanos para los que sí signifique algo ese símbolo.

Mas las reflexiones sobre los tópicos al uso esta semana siempre llegan muy manidas; pese a que parece que este año la capacidad de llegar al absurdo se confunde con el ridículo, he caído en la cuenta de que se habla de la buena muerte, supongo que de la muerte digna, espero que se esté pensando en su regulación y que no tengamos que huir a Holanda o Bélgica para tener derecho a la eutanasia, a la muerte asistida cuando ya no soportemos ni deseemos la vida.

Si los cuatro ministros cantores acudieron a partirse el pecho confesando que son novios de la muerte, aunque alguno sólo usase el playback, sirve para que la buena muerte sea realidad, doy por bien pagados sus sueldos y los de los soldados de la halterofilia. De la Constitución ya hablaremos, si ha lugar.