Se les saluda, al tiempo que escribo estas líneas bajo un sol que a mí, personalmente, me sobra en buena medida. Me alegro por ustedes, si les gusta. A mí no tanto... Qué quieren que les diga, será adaptación al medio o selección genética, pero me he ido haciendo más de lluvia o, si quieren, de entretiempo. Por eso cuando Lorenzo se porta y aparece sin paliativos, soy de los que no lo pasan demasiado bien. No sé si ahora que me leen, y que es sábado ya, la cosa será de otra manera, y el calor se habrá atenuado. Si me lo permiten, ojalá. Porque, insisto, me ha costado más de lo normal no solo escribir, sino también el intento de carrerita que hice este mediodía -el de ayer-, bajo un sol de justicia...

Pero ayer, al margen de mis episodios deportivos más o menos logrados y sufridos, fue un día importante, sí. Porque en tal jornada de viernes, de una manera que no ha convencido a muchas personas, la banda terrorista ETA lanzó un comunicado histórico, en el que pide perdón. Algo esperado durante años, incluso después de que la banda depusiera las armas. Pero, reitero, por lo que dicen instituciones, personajes públicos y analistas de diferente signo cuyos razonamientos recopilo ahora, un perdón quizá a medias, que no todos están celebrando y reconociendo de la misma manera.

En cualquier caso, vamos a intentar leer en positivo todo ello, al margen de los matices que puedan suscitar dichas manifestaciones. Y es que estoy seguro de que, tímido o parcial, este es un nuevo avance en un camino definitivo de paz y de normalización de la sociedad. La renuncia explícita a la violencia y el pedir perdón por ella siempre es un elemento que reduce la presión, y que abre puertas a un mejor futuro.

Y es que la violencia siempre engendra violencia, y nada más. Ya saben que yo creo que, en democracia, una sociedad madura debe poder avanzar exactamente hacia donde ella quiera, sin ningún tipo de cortapisa ni de líneas no traspasables y dibujadas a priori. Pero esto solo tiene sentido para mí con tres estrategias: la del ejemplo personal y colectivo, que incluye la resistencia pasiva en situaciones extremadamente adversas -como la de la dictadura en cuyo contexto nació ETA-, la de la palabra -siempre vital en democracia- y la de una capacidad propositiva real, orientada a resolver los problemas, y no a crearlos. La violencia, obviamente, no es ninguna de ellas. Y es que la misma nunca es solución de nada, y sí germen de mucha más violencia reactiva a partir de ella. Una espiral infinita de odio, injusticia y miedo, que lo único que hace es deslegitimar cualquier idea política traída a la palestra con tal tarjeta de visita. Nada bueno.

La asunción de ETA de que ha causado un daño que nunca debió haber sido producido, según sus propias palabras, y su petición expresa de perdón, por primera vez, es una buena noticia. Podría ser mejor, seguramente, y podrían haberse superado definitivamente ciertas dialécticas, quizá. Pero, por favor, quedémonos con el hecho de que esta es una página de la sociedad, triste, descarnada y hasta aberrante, que hoy no existe ya. A las personas que les destrozaron la vida y a sus familias, y eso siempre es dramático e irreparable, nadie les podrá resarcir de todo lo sufrido, y eso es muy duro. Pero solamente si intentamos mirar hacia adelante podremos construir un atisbo de verdadera sociedad.

Me quedo, pues, con una sensación de buena noticia, en el trazo grueso. Luego, habrá que seguir reflexionando, atando cabos y tratando de entrar en detalles más finos. Pero este es un segundo ejercicio, un segundo nivel de pensamiento. Lo dejo para más tarde, cuando baje un poco la calentura de esta tarde preveraniega...