El populismo imperante ha incorporado a su actividad pública vicios de la añeja política, que tanto ha combatido antes de ocupar los órganos de decisión. Parra afianzarse han promovido una serie de "plataformas", especie de redes clientelares, que Íñigo Errejón denomina eufemísticamente "instituciones populares de resistencia". En La Coruña, registran entre otras Defensa do Común, Barrios de mareantes, Cultura de proximidade, Tecendo litoral, Proxecto Cárcere, Porta Aberta, Espacio diverso, Dillo Ti, Lingua a escena, Mar de hilos, etc. cuyo objetivo es lograr implantar sus postulados en las diversas áreas del ámbito local. En los ayuntamientos "del cambio", se subvencionan al amparo de lo que en la nueva jerga política califican de "economía social". En nuestra ciudad resulta fácil advertir la familiaridad de algunos rostros que se repiten en varias "plataformas", incluso cuando ofician de espontáneos entre el público asistente a los plenos municipales. La información antedicha, ajena a cualquier criterio opinable, evidencia una nueva forma de hacer política, que debiera transformarse en la fibra negociadora que armonice los intereses ciudadanos con las propuestas que se les ofrecen. De no cristalizar la conciliación exigible se habrá perdido la oportunidad de regeneración, de poner fin a elementos "intocables" pegados a la mamandurria cuyo repetitivo mantra "hay que mirar por el porvenir de nuestros hijos" es un falseamiento de conceptos éticos aparentemente comprometidos. En política, las cosas no van bien cuando a la hora de resolver temas de interés básico llevan la alegría a unos y la indignación a otros.

Otrosí digo

En la Confederación Gallega de Empresarios siguen a la greña las cúpulas provinciales. Desde el año 2015 registra el insólito hecho de tres sucesivos presidentes nombrados y dimitidos. Estamos seguros que pronto revoloteará en nombre de Antonio Fontenla.