Entre príncipes y bufones debería reinar una solidaridad gremial. Comparten el privilegio de imponer y proponer su santa voluntad, respectivamente. Son personajes de ficción que un juez se ha tomado demasiado en serio. Por ceñirse a los hechos -sempiterna exigencia de la esfera judicial-, millones de personas en todo al mundo examinan con pasión una portada de El Jueves, condenada hace una semana a la indiferencia de unos miles de lectores. Conde-Pumpido, siempre al frente de un estropicio, ha dañado quizás irreversiblemente el honor de las personas a quienes pretendía defender. Con la mayúscula torpeza jurídica que seguramente le ha ganado el cargo, ha convocado un inesperado referéndum sobre la monarquía. ¿Los resultados? El 77% en contra de su sobreprotección en El Mundo, el 84% en El País.......Quienes no sabemos dibujar, nos echaremos a temblar cada vez que tengamos que escribir que "el rey está desnudo". La Fiscalía ha convertido una zafiedad en una heroicidad, sin reparar en que la prensa española no estaba dispuesta a incurrir de nuevo en su vergonzoso comportamiento con las caricaturas de Mahoma -El Jueves no estuvo allí corajudo en exceso-, donde hasta Benedicto siglo XVI tuvo que darle una lección de integridad. El magistrado Del Olmo fue virulentamente atacado por los medios durante la instrucción del 11-M, y nadie está blindado contra la reacción psicológica. Su decisión flamígera ha dañado su trabajo en la matanza. Dada la reacción popular, al Gobierno se le habrán quitado las ganas de poner a prueba la fortaleza de la institución que alberga la Jefatura del Estado. En otra paradoja de la censura, la Constitución mantendrá durante mucho tiempo su contradicción machista. Procede acabar con otro juez, Louis Brandeis, cuando afirmaba en el Supremo norteamericano que "la publicidad es el remedio de las enfermedades sociales, la luz del sol es el mejor desinfectante". La portada sólo ha de justificarse ante este interrogante, ¿la princesa puede ser desnudada porque es plebeya?