La cooperante gallega Begoña López trabaja desde hace ocho años en la cara oculta y pobre de la turística Bali, ayudando a cientos de niños y jóvenes indonesios dejados de lado por sus discapacidades físicas y psíquicas. Su labor, asegura López, es "muy básica", pero en muchas ocasiones provoca "transformaciones muy bonitas". Ese es el motivo por el que esta trabajadora social decidió llamar Kupu-kupu (en indonesio, mariposa), a su ONG, porque los cambios de los chicos son como la metamorfosis de este animal.

"He visto maravillas en los chavales: son gente a la que nunca antes nadie ha prestado atención, gente que apenas sale de sus casas por falta de apoyo o medios, gente que tiene problemas de autoestima, que tiene vergüenza", relata la cooperante.

Esta trabajadora social nacida en Monforte (Lugo) y que ha vivido gran parte de su vida en el País Vasco asegura que con un poco de ayuda, los chicos con los que trabaja vencen las dificultades y acaban logrando formar una familia o encontrar un trabajo. "Cambiamos vidas", sonríe.

En total, desde que Begoña López llegó a Bali en el año 2000, Kupu-kupu ha trabajado con alrededor de 500 niños y jóvenes con discapacidades físicas y psíquicas y ha entregado cien sillas de ruedas, cien pares de muletas, además de instalar entre 30 y 40 sanitarios y un gran número de rampas de accesibilidad.

A pesar de que la costa meridional de Bali es un destino turístico mundial de primer orden, el interior de la isla, al igual que gran parte de Indonesia, contiene importantes bolsas de pobreza.

"Cubrimos tareas muy básicas, como entregar sillas de ruedas a quien nunca ha visto una antes; no tenemos grandes proyectos, sino que atendemos a las personas de una en una, esto es a veces extenuante", afirma la cooperante.

En la actualidad, el gran hito de la ONG Kupu-kupu es un centro en Ubud, una pequeña localidad de artistas y artesanos del sureste de la isla de Bali, en el que se atiende regularmente a medio centenar de niños y jóvenes con distintas discapacidades.

"No les damos una educación formal, no podemos, pero aprenden cosas sencillas", explica Begoña López, que se declara optimista, y agrega: "Les vamos a buscar a casa un día a la semana con un autobús y los tenemos en el centro todo el día".

La situación educativa de estos niños y jóvenes es muy precaria ya que, como ella misma reconoce, algunos, con más de 20 años, no saben ni leer ni escribir porque, debido a su discapacidad, no han podido ser escolarizados de forma regular.

Ahora, esta cooperante gallega se ha embarcado en el reto de abrir otro centro de asistencia similar al de Ubud en la localidad de Bangli, en el noreste de Bali, para ofrecer los mismos servicios a los más de 1.400 niños y jóvenes que presentan discapacidades de esa región de Indonesia.

Con la ayuda financiera del Ayuntamiento de Vitoria, que aportó 50.000 euros, estas nuevas instalaciones con aulas, oficinas, cocina y tres dormitorios estarán terminadas para febrero del año próximo. "Entonces cogeremos el listado de discapacitados del departamento de Asuntos Sociales y empezaremos a ir casa por casa, viendo las necesidades de cada uno", explica la trabajadora.

Kupu-kupu surgió después de que López visitará en el año 2000 Bali y de que constatase que ninguna ONG estaba atendiendo en la isla a los niños y jóvenes discapacitados."Vine tres veces a Bali, por dos meses en cada ocasión, y me enamoré de la isla; entonces, como trabajaba como voluntaria en un colegio, entré en contacto con gente con discapacidades", relata López, quien intentó llenar un vacío en esta zona. "Busqué organizaciones que quisieran trabajar aquí, pero como no encontré ninguna, me decidí a registrar mi propia ONG", asegura.

Kupu-kupu obtiene la mayor parte de su financiación a través de entidades locales públicas españolas, como los ayuntamientos de Vitoria, Llodio y Pamplona, y la Diputación Foral de Álava, así como por donaciones de particulares de todo el mundo.