Hubo un tiempo, no tan lejano, en que la familia real española sólo era noticia de informativos. Durante la etapa en que José Antonio Sánchez ocupó la dirección general de Televisión Española -2003 y 2004- se prohibió su presencia en programas como Corazón, corazón, Gente o Por la mañana. Luego se levantaría este veto y, tras la boda de Felipe y Letizia, plebeya, divorciada y periodista presentadora de telediarios, el interés sobre lo que ocurría en la casa real se disparó. Posteriormente, desavenencias, viajes, cambios de residencia y, sobre todo, la separación y el reciente divorcio de la infanta mayor, Elena, han acabado convirtiendo a la Casa del Rey en un lugar habitual en la prensa del corazón.

¿Se han esfumado la censura, el férreo control sobre la información real, la discreción, el trato exquisito? No tanto, pero el flujo de información, comentarios y fotografías, abierto no sólo en revistas, diarios o televisiones -sobre todo las privadas- sino también en internet, ya es imparable.

Algunas publicaciones destaparon los negocios de los yernísimos -lo que llevó en una ocasión, y en una decisión sin precedentes, a los abogados de los duques de Lugo a anunciar medidas legales-. Las informaciones amables y los posados todavía reinan en la prensa rosa especialmente en torno a los estilismos de la princesa de Asturias o a todos los nietos de los Reyes. Pero alternan con noticias y comentarios menos blancos. Pero no hace mucho del secuestro de El Jueves -por hacer una parodia en su portada de los príncipes de Asturias haciendo el amor- y los libros escritos sobre los miembros de la familia real han encontrado trabas cuando no vetos.

El punto de inflexión lo marcó la boda de los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia. Ella mantiene, desde entonces, el mayor peso mediático sobre sus hombros. No sólo ella. Los focos se extendieron también sobre su familia, especialmente sus hermanas, Erika por su trágico fallecimiento y Telma, por acudir a los tribunales para rechazar el acoso que supuestamente sufría por parte de los medios de comunicación.

Pero este interés pasó a ser compartido a partir de la separación de la infanta Elena. Jaime de Marichalar ya había llamado la atención por su indumentaria, sus costumbres y el papel que se le adjudica como pigmalión que transformó el estilo de su mujer. Además, sufrió un ictus y a partir de ese momento los rumores, que ya los había, sobre una posible crisis en la pareja real se dispararon.

Aquel eufemístico "cese temporal de la convivencia" en 2007 marcó otro hito. La familia real estaba en boca de todos. El divorcio ha sentado otro precedente. En las últimas semanas, los programas del corazón centraban su atención sobre el que parecía ser una inminente confirmación del divorcio de los duques de Lugo. Una vez dada la noticia por la pareja, a través de un comunicado público de sus abogados, el interés de la prensa por ver cómo es el día a día de la infanta Elena o Jaime de Marichalar o si existe la posibilidad de que rehagan sus vidas no ha descendido.

A pesar de todo, las crisis familiares siempre han estado, aparentemente, muy bien gestionadas desde el Palacio de la Zarzuela (los noviazgos del príncipe Felipe, la desactivación de cualquier posible polémica en torno al estado civil de Letizia o el aura de normalidad con que se ha envuelto el divorcio de Elena).