Convencido de que una persona morirá tranquila si recuerda el tiempo vivido de la misma forma, el jefe del Servicio de Psiquiatría del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York, William Breitbart, que visitó A Coruña para participar en el Congreso de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, asegura que la psicoterapia puede conseguir que un paciente en estado terminal acepte su propia muerte.

-En su conferencia habló sobre la necesidad de considerar la aceptación de la muerte un objetivo en cuidados paliativos. ¿Puede realmente una persona estar preparada para morir?

-Si me hubiese hecho esa pregunta hace 25 años, cuando fui al hospital en el que trabajo para especializarme con la pionera en el tratamiento de los cuidados paliativos desde el punto de vista psiquiátrico, Jiemmie Holland, le diría que los enfermos terminales mueren como han vivido, de hecho era la teoría de mi mentora: si alguien ha sido un gruñón toda la vida, en su muerte será un cascarrabias.

-¿Qué piensa usted ahora?

-En una unidad de cuidados paliativos, uno se acostumbra a ver morir a miles de personas, y si no se intenta transformar algo, si simplemente se deja que las cosas pasen, es tremendamente frustrante. Yo creo que sí se puede hacer algo, esa intervención tiene el objetivo de intentar, en la medida de lo posible, que haya una aceptación de la muerte por parte del paciente, un cambio de actitud ante la inminente llegada de la muerte. De lo contrario, la gente muere sin pararse a pensar, sin hablar de ello, llena de desesperanza o angustia existencial.

-Supongo que es como si lo vivido perdiese el sentido...

-Ésa es la sensación. Por mi experiencia, puedo contar con los dedos de las manos a aquellas personas que afrontaron la muerte de forma pacífica o se vieron mínimamente listas para afrontar su llegada. Lo que sí he visto cada día es esa gran angustia existencial, ese estrés terrible que acecha a todos los enfermos terminales y que les lleva a pedir, a rogar a los médicos, que apuren su muerte. Lo que es raro es que alguien la acepte por sí mismo, y por eso yo creo que se puede y se debe intervenir.

-¿A través de la psicoterapia?

-Exacto. Está demostrado que uno acepta la muerte cuando logra aceptar la vida que ha llevado. Y esto puede conseguirse a través de una especie de asesoría terapéutica, buscando que el paciente logre un estado de concienciación pacífica en lugar de vivir sus últimos días preocupado por haber hecho más cosas, buscar el perdón por cosas que ha hecho, o incluso dejar un buen legado a sus hijos.

-Imagino que no se refiere a un legado económico...

-El mejor legado que se puede dejar a los hijos, o incluso a la gente que no se conoce, es enseñarles a morir de forma digna, una muerte llena de coraje, de valentía. Porque si tú aceptas tu muerte, estás aceptando tu vida, y ese es un gran legado, porque quienes te rodean vivirán mejor sus propias vidas.

-¿Se trata, en definitiva, de eliminar la llamada culpa existencial?

-Sí, y el problema es que la culpa existencial la sienten, incluso, personas que han tenido una vida llena de éxitos, porque se habían marcado una trayectoria y, de pronto, ven que se corta. Sin ir más lejos, las últimas palabras de Einstein fueron: "Si hubiera sabido más matemáticas?".

-¿Pueden la fuerza, el ánimo o las actitudes positivas ayudar en el tratamiento de una enfermedad terminal?

-Durante los últimos treinta años se ha estudiado largo y tendido sobre si esas actitudes pueden ayudar a mejorar o a superar un cáncer, y las pruebas demuestran que no tiene influencia. De hecho, el obligarse a estar animado puede llegar a ser destructivo, porque hay pacientes que piensan que empeoran por la tristeza que tienen, y se culpan por lo que es una reacción totalmente humana.

-Usted habrá visto todo tipo de reacciones...

-Sí, y de hecho he visto gente positiva y luchadora que murió muy rápido, y gente negativa que tardó mucho en hacerlo. En realidad, la genética influye de tal manera en el tiempo que se tarda en morir por un cáncer, que lo poco que podría influir la actitud positiva queda ensombrecido. Pero tal vez algún día se descubra cómo trabajar en esa parte cerebral para que influya positivamente en la cura de una enfermedad terminal.