Más de dos millones de españoles ignoran que sus riñones no funcionan como es debido. La insuficiencia renal daña silenciosamente un órgano vital. Y no sólo eso. Esta enfermedad afecta cada vez a más ciudadanos en todo el mundo. De hecho, en España, hay unos 23.000 pacientes en fase terminal sometidos a diálisis y, sólo en Galicia, se diagnostican cada año unos 130 nuevos casos. El aumento es tal, que incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha catalogado esta dolencia como una epidemia por su impacto sanitario, social y económico.

"La insuficiencia renal terminal supone el 0,5% de todos los actos sanitarios, pero consume el 5% de los recursos", explica el jefe del Servicio de Nefrología del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), Francisco Valdés, quien asegura que determinadas dolencias crónicas, como la diabetes o la hipertensión, contribuyen al desarrollo de esa patología. "Por eso es tan importante que los pacientes diabéticos e hipertensos se realicen controles periódicos. Y lo mismo ocurre con las personas obesas y con los mayores de 60 años", indica el facultativo coruñés.

Las enfermedades del corazón también son un factor de riesgo para sufrir problemas en los riñones. La conexión entre estos dos órganos es muy frecuente, y buena muestra de ello es que más de un tercio de los pacientes que sufren insuficiencia cardiaca crónica padecen también cierto grado de insuficiencia renal. Tanto es así, que este año el Día Mundial Mundial del Riñón -celebrado ayer- llevó por lema Protege tus riñones, salva tu corazón. "El riñón y el corazón forman un matrimonio un poco mal avenido que hay que vigilar, ya que la conexión cardio-renal se sitúa como causa primordial de fallecimiento en pacientes sometidos a diálisis o trasplantados", apunta el doctor Valdés. "Además, las causas vasculares son responsables de más de la mitad de los fallecimientos en enfermos renales crónicos, por encima de las patologías infecciosas" continúa el médico.

Tratamientos

Un diagnostico precoz es fundamental a la hora de hacer frente a la insuficiencia renal ya que, según apunta el jefe de Nefrología del Chuac, si la enfermedad se detecta a tiempo, "es posible frenar su evolución con un tratamiento farmacológico". "Cuando las medicinas ya no funcionan, la única opción que le queda a los pacientes es el trasplante y, mientras esperan a que llegue el nuevo órgano, someterse a diálisis", explica.

La diálisis es la gran diferencia con respecto a patologías que afectan a otros órganos, como el corazón o el hígado, para las que no existe ningún tratamiento sustitutivo y todo depende de una donación. En el Chuac se aplican dos modalidades: la hemodiálisis, que se realiza en el hospital, y la diálisis peritoneal, que permite que el enfermo siga el tratamiento en casa, bien de forma manual durante el día, o con un equipo automático que trabaja durante la noche. "La diálisis peritoneal ofrece resultados similares a la hemodiálisis, pero el coste económico es inferior y la calidad de vida del paciente mejora mucho", sostiene Valdés, quien subraya que mientras en España se tratan por este sistema menos del 10% de los pacientes que necesitan diálisis, en Galicia, y sobre todo en el área sanitaria de A Coruña, "estamos a la cabeza, con más del 20%".

El jefe de Nefrología del hospital coruñés recalca que, aunque existen ciertas contraindicaciones, en general, "hasta el 80% de los enfermos que necesitan las técnicas de depuración sanguínea podrían elegir y optar o bien por la hemodiálisis clásica, o bien por la peritoneal". "El principal problema para extender aún más el uso de la diálisis peritoneal es que todavía existe cierto temor ante la tecnología", indica Valdés.

Pese a que la diálisis ha evolucionado mucho en los últimos años, "el tratamiento ideal para la insuficiencia renal es el trasplante", subraya el jefe del Servicio de Urología del Chuac, Venancio Chantada. "El Hospital de A Coruña realiza cada año alrededor de un centenar de trasplantes de riñón, tanto de cadáver como de donante vivo", señala Chantada, quien asegura que, esta última modalidad, es la que más se está intentando potenciar porque "tiene más probabilidades de éxito a largo plazo".

Una vez superada la intervención, y siempre que no haya complicaciones, los pacientes trasplantados de riñón pueden llevar una vida normal. "Lo único que tendrán que hacer es tomar unos fármacos antirretroviales (para evitar el rechazo del nuevo órgano) y llevar una vida lo más sana posible, evitando el consumo de sal y de alimentos ricos en potasio, como el plátano o las patatas fritas, ya que la capacidad para eliminar este elemento químico disminuye en las fases terminales de la insuficiencia renal", concluye el médico coruñés.