"No soy ni la sombra de lo que era", afirma Mónica Saavedra, diagnosticada de fibromialgia en 2000, aunque estuvo dos años antes "de médico en médico", sin encontrar respuesta a su dolencia. Mónica se considera muy activa, pero "cada vez me cuesta más realizar las tareas diarias sin descansar a cada rato". En Galicia se estima que el 5% de la población, unas 150.000 personas, padece esta patología, cuyos síntomas van desde el dolor persistente, la fatiga extrema y la rigidez muscular, hasta dificultades para dormir y problemas de memoria. "Es el cajón de sastre donde se almacenan dolores de los que se desconoce su origen", asegura Saavedra, quien antes de que se la detectaran nunca había oído hablar de esta enfermedad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la fibromialgia como un dolor crónico y difuso con rigidez de los músculos que se acompaña con dolores específicos y trastornos del sueño. También se manifiesta, en la mayoría de los casos, con la pérdida de memoria y el deterioro cognitivo. El perfil más frecuente de afectados, según la presidenta de la Asociación Coruñesa de Fibromialgia y Síndrome de la Fatiga Crónica (Acofifa), Soledad Morales, es el de un paciente que supera los cincuenta años. En los últimos años hay cada vez más casos entre gente joven e incluso en niños.

Pacientes como la coruñesa Carmen Cabanas reclaman que se investigue el origen de la patología para un diagnóstico más rápido y también en tratamientos más eficaces que los calmantes, los antiepilépticos o los antidepresivos. Descartadas otras enfermedades, el facultativo debe comprobar si el paciente tiene los puntos gatillo o de dolor con los que se detecta la fibromialgia. Existen un total de dieciocho puntos y se considera que puede darse esta dolencia cuando, al aplicar una presión de cuatro kilogramos sobre dichos puntos, el paciente reporta dolor en once ó más de ellos.

Desde la asociación coruñesa llevan diez años pidiendo a la Consellería de Sanidade una unidad de fibromialgia con un equipo multidisciplinar formado por médicos, enfermeras y psicólogos para los casos más graves, porque consideran que desde Atención Primaria no es posible ofrecerles un seguimiento adecuado, y lo único que han logrado, tras la denegación de su solicitud de la unidad , ha sido la activación de un protocolo de actuación para estos pacientes.

Además, a estos problemas hay que añadir que más de la mitad de los enfermos (un 55%) se ven obligados a dejar su empleo y desde Acofifa confiesan que les resulta muy complicado conseguir una prestación económica. En este sentido, Morales explica que pese a que la OMS la reconoce como enfermedad, muchos sanitarios la cuestionan. La coruñesa Carmen Cabanas consiguió la invalidez absoluta, pero admite que no es lo habitual. Por su parte, Carmen Barrientos ha conseguido el 55%, y Mónica Saavedra, aunque ha solicitado la incapacidad dos veces con informes médicos, se la han denegado.

Después de estar veinticinco años como reponedora en un supermercado, Mónica comenzó a cobrar en caja porque no podía desempeñar su anterior cargo. "Me encanta mi trabajo pero no puedo hacerlo porque hasta me cuesta seguirle el ritmo a mi hijo y cuando vuelvo de recogerlo del colegio tengo que acostarme a descansar", afirma esta paciente, quien añade que atiende la casa "a duras penas" y tiene que subir la compra en varios turnos. Sin embargo, al no contar con una prestación por su enfermedad, vive de su sueldo y la única opción que le queda es encadenar bajas laborales. "Nuestro mayor problema es la incomprensión. No tendría porque haber desconocimiento, sin embargo algunos médicos insisten en que es una enfermedad que está en nuestra cabeza", afirma la presidenta de la asociación coruñesa.