Las prisas y el ritmo de vida del siglo XXI son enemigos de la buena mesa. Si hace unas décadas toda la familia comía reunida un menú protagonizado por productos gallegos, muchos traídos de la aldea, ahora es el supermercado el que surte la nevera -casi siempre con artículos de origen desconocido- y son pocos los hogares que pueden presumir de largas sobremesas. Para cambiar esta tendencia y recuperar los sabores y productos tradicionales de la gastronomía local surge el Slow Food, un movimiento que nace en Italia en los años ochenta y que ya cuenta con 80.000 socios, cifra que no deja de crecer. En Galicia está presente desde 2009 y dispone de 30 miembros activos.

Uno de los principales objetivos del convivium gallego -como llaman a cada grupo de Slow Food- es proteger los productos autóctonos en peligro de extinción. "El trasvase de población del rural a las ciudades provoca que se pierdan formas tradicionales de tratar el campo y por tanto hay alimentos que si no se protegen van a desaparecer", señala Antonio García Allut, miembro de Slow Food Galicia. Defienden la comida tradicional, pero el movimiento no nace para hacer pervivir recetas típicas sino alimentos autóctonos. "Nuestra misión no es velar por la supervivencia del caldo gallego, por ejemplo, pero si llega un día que una especie concreta de grelos que tiene ciertas cualidades está a punto de desaparecer, lucharemos para evitarlo. Trabajamos para proteger productos autóctonos, pero solo aquellos que están en peligro de extinguirse", añade Allut.

Esta misión cumple una doble finalidad: reactivar la economía del rural y que la población recupere los sabores de antaño. "Nuestro objetivo es poner en valor productos de la gastronomía local para que vuelva a existir demanda y que estos artículos lleguen a las tiendas. De este modo se recuperan los sistemas de producción de los pueblos y su economía", indica Allut, quien añade: "Además queremos reeducar a la población para que conozca los viejos sabores, lo tradicional. Hay que tener en cuenta que hay una generación, quienes ahora tienen 20 años, que desconocen el valor gastronómico de los buenos productos". Pero Slow Food no solo tiene que atraer a los jóvenes sino a todos los adultos de la comunidad gallega que, ante las prisas de su día a día, han caído en las redes de la comida rápida.

Para ellos, desde esta asociación promueven todo tipo de actos para dar a conocer productos enxebres hasta ahora condenados a desaparecer. Desde encuentros gastronómicos para que los ciudadanos degusten especies autóctonas hasta jornadas informativas o la presencia de artículos gallegos en el certamen Terra Madre que cada año se celebra en Turín, una feria internacional promovida por Slow Food donde cada grupo lleva los productos más importantes de su gastronomía local para mostrarlos al mundo. "Es un escaparate para que se conozcan nuestros productos y se puedan comercializar", indica Allut. Toda una serie de medidas para invertir los nuevos hábitos alimenticios de la gente y que los gallegos vuelvan al xantar de vagar.