Si Francisco de Goya hubiera levantado ayer la cabeza podría haber pintado el esplendor de los 85 años de la radiante novia Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, actual duquesa de Alba, envuelta en un traje nupcial de gasas en rosa coquillage, inspirado en aquella antepasada del cuadro de su antepasada, la otra Cayetana, que cuelga en el Palacio de Liria y que es el favorito de la mujer con más títulos de Europa. Ayer se puso el mundo por montera para desposarse con un funcionario llamado Díez que no desmereció con chaqué gris, el tono que siempre usa el príncipe de Gales para las ceremonias diurnas.

Y para revestir a la aristócrata madrileña de nacimiento y corazón sevillano, nadie mejor que la pareja formada por Victorio, José Víctor Rodríguez Caro, y Lucchino, José Luis Medina del Corral, también autores del vestido rojo que se enfundó Carmen Tello con una especial mantilla de encaje de Bruselas. La fiel amiga y confidente que ejerció de madrina de la boda casi consiguió eclipsar a la novia, tan feliz que incluso se arrancó descalza por rumbas y sevillanas.

El vestido, en gasa de seda natural y encaje de Valencie, llevaba escote barco con puntas de encaje entoladas en la gasa que se iba confundiendo con la piel. Las mangas abullonadas a mitad del brazo estaban salpicadas de pequeños jazmines en organza de distintos gamas de rosas y grises humo rematadas con pequeñas perlas al tono.

El cuerpo y la cadera se realizaron en encaje entolado y la falda, algo fruncida, estaba acabada en pequeños volantes de gasa con entredoses de encajes que dejaban entrever otros de organza plisada de un color más subido de tono. La cintura se ajustaba con un lazo de terciopelo de seda color verde, como las hojas de los naranjos sevillanos.

Cayetana, que adora la estética torera y flamenca, se calzó unas manoletinas de encaje y gasa al tono del vestido con jazmines como los de las mangas. La duquesa se dio ayer el gustazo de abrir el envidiado joyero familiar para ponerse el brazalete de brillantes regalo de su madrina la Reina Victoria Eugenia y una pulsera que recibió de su primer marido, Luis Martínez de Irujo. También lució unos pendientes de dobles lágrimas de brillantes y, cómo no, el anillo de oro que le colocó Alfonso Díez, convertido en duque de Alba consorte. .

Victorio & Luchino se encargaron de decorar la capilla en rosa y blanco con flores de Marta Pastega, de la floristería Búcaro. El grupo Siempre Así puso la música y, en la calle, los curiosos vitoreaban a la más grande de España, en lo que a títulos se refiere.

A sus ochenta y cinco años, la novia lució como una jovenzuela. La duquesa de Alba y su flamante esposo salieron tras su boda a las puertas del Palacio de las Dueñas de Sevilla para saludar al numeroso público allí congregado, momento en el que la duquesa bailó descalza al son de unas sevillanas. Tras la novia, el más ovacionado fue Cayetano Rivera, que asistió junto a su novia, Eva González.