Galicia cuenta con su particular calendario alérgico. Si la primavera es la época más temida por quienes sufren esta patología en la mayoría de las autonomías, los gallegos comienzan a llenar las consultas de los alergólogos al llegar el otoño. La comunidad camina a contracorriente porque ocho de cada diez alérgicos lo son a los ácaros, artrópodos microscópicos que viven en el polvo doméstico y que necesitan lluvias abundantes, humedad y temperaturas suaves para reproducirse. Por ello, si como ocurre este año el buen tiempo se prolonga más allá del verano, las alergias tardan en despuntar en Galicia. "El sol beneficia a este tipo de alérgicos ya que están más tiempo fuera de casa y además los ácaros tienen más problemas para crecer", sostiene el jefe del Servicio de Alergología del Hospital Universitario de A Coruña, Antonio Parra, quien asegura que, de momento, los pacientes que acuden a revisión se encuentran mucho mejor que en años anteriores.

La humedad y las suaves temperaturas convierten a Galicia en un paraíso para los ácaros. Por ello, la mayoría de alérgicos gallegos lo son al polvo y no al polen. "Hay zonas de España como los Pirineos y Castilla donde apenas hay este tipo de artrópodos. Y lo mismo ocurre al contrario: los gallegos que sufren alergia al polen tienen síntomas mucho más leves que los de otras comunidades", señala este alergólogo coruñés.

Pero las diferencias entre la alergia al polen y a los ácaros va más allá de su aparición en el calendario. Sus síntomas también son distintos. "Los alérgicos al polen sufren crisis más agudas, con ojos llorosos y rojos o estornudos mientras que la alergia a los ácaros provoca un cuadro más similar a un catarro: nariz atascada, estornudos y voz nasal", sostiene Parra, quien reconoce que, en este último caso, "es complejo diferenciarlo de un simple resfriado". "Hay ciertas cosas, como no tener mocos verdes, por ejemplo, que pueden hacer sospechar que se trata de alergia, pero lo más habitual es verlo con la perspectiva temporal. Es decir, si un niño tiene catarros recurrentes a lo largo del año hay que pensar que a lo mejor es alergia", sostiene.

Los ácaros -de los que puede haber hasta 20.000 en un sólo gramo de polvo- comparten el día a día con el hombre al habitar en alfombras, sábanas, cojines o cortinas. Pero el peligro no son estos insectos -que se alimentan de los restos de piel del ser humano- sino sus excrementos. Combatir su presencia es difícil, pero con constancia puede reducirse y por tanto, "mejorar los síntomas del paciente". Basta con seguir cuatro reglas. "Lo primero es evitar cosas que acumulen mucho polvo; utilizar fundas antiácaros para la almohada -donde se produce la mayor concentración- y las sábanas; recurrir a un aspirador con filtro hepa que impiden que pasen al aire las partículas de ácaros y por último, evitar la humedad en la habitación en la que se pase más rato mediante el uso de un deshumidificador", señala Antonio Parra. La teoría parece sencilla, pero los médicos reconocen que no siempre se lleva a la práctica. "A la hora de la verdad las habitaciones son leoneras con mil peluches y libros", sostiene.

Otoño es la temporada de alergias por excelencia en Galicia, pero los pañuelos tardarán más en salir a relucir este año ya que el sol y los ácaros no son buenos amigos.