Los riñones funcionan como el filtro de la gasolina de un coche: se encargan de limpiar la sangre del aparato circulatorio y de expulsar, a través de la orina, diversos residuos del organismo como la urea, la creatinina o el fósforo. Por eso, cuando dejan de trabajar a pleno rendimiento, el organismo empieza a fallar y surge la insuficiencia renal. En Galicia, se diagnostican cada año unos 130 nuevos casos de esa dolencia, cuyos únicos tratamientos son la diálisis (filtrado artificial de la sangre) y el trasplante.

El año pasado se realizaron en la comunidad gallega l46 trasplantes de riñón de donante cadáver y 24, de vivo. "La tasa de negativa familiar ronda el 29%, de ahí la importancia de seguir poniendo en marcha campañas para promover la donación", subrayó ayer el presidente de la Asociación para la Lucha Contra las Enfermedades de Riñón (Alcer) en A Coruña, Rafael Rodríguez, quien insistió en la necesidad de "dejar clara" a la familia la voluntad de ser donante. "Las estadísticas demuestran que poseer el carné de donante reduce las negativas un 99%, porque las familias rara vez contradicen la voluntad de sus seres queridos", señaló.

Para, precisamente, captar nuevos donantes, en el marco de la campaña del Día Mundial del Riñón, Alcer instalará hoy y mañana mesas informativas en los centros comerciales Carrefour de Alfonso Molina y los Rosales, según informó Rodríguez, en rueda de prensa junto al concejal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de A Coruña, Miguel Lorenzo.

Riesgo cardiovascular

La campaña de este año lleva por lema No dejes que tus riñones te rompan el corazón, para recordar que la enfermedad renal leve es un factor de riesgo para la insuficiencia cardiaca tan importante como la diabetes. Riñón y corazón están fuertemente conectados, y buena muestra de ello es que "las dolencias cardiovasculares son la primera causa de muerte en pacientes en diálisis", apuntó Alcer en un comunicado.

Un diagnóstico precoz es fundamental a la hora de hacer frente a la insuficiencia renal ya que, si se detecta a tiempo, es posible frenar su evolución con fármacos. No obstante, cuando las medicinas ya no funcionan, la única alternativa que le queda a los pacientes es el trasplante y, mientras esperan a que llegue el nuevo órgano, someterse a diálisis. "La diálisis es la gran diferencia con respecto a patologías que afectan a otros órganos, como el corazón o el hígado, para las que no existe ningún tratamiento sustitutivo y todo depende de una donación", explicó Rafael Rodríguez, y añadió: "Dentro de lo que cabe, los pacientes con enfermedad renal somos unos privilegiados, porque al menos tenemos esa opción mientras no aparece un órgano compatible", reconoció.

Aunque la diálisis ha evolucionado mucho en los últimos años -hoy en día, los enfermos tienen la opción de realizarla en casa, bien de forma manual durante el día, o con un equipo automático que trabaja durante la noche- el presidente de Alcer en A Coruña insiste en que "el tratamiento ideal para la insuficiencia renal es el trasplante". "La calidad de vida mejora muchísimo tras la intervención. Además, es mucho más barato para la Seguridad Social", concluyó.

A sus 40 años, la coruñesa Eva Veiga ya se ha sometido a tres trasplantes de riñón y está a la espera del cuarto. Desde muy joven padece insuficiencia renal severa, pero asume con resignación y una entereza admirable la difícil situación que le ha tocado vivir.

"El último trasplante me lo hicieron hace catorce años y no había tenido ningún tipo de problema hasta el pasado verano, cuando empecé a encontrarme mal y, tras varios meses de pruebas, me diagnosticaron rechazo crónico", explica Eva, quien hace un mes inició, de nuevo, las sesiones de diálisis. "Voy tres días a la semana al hospital -lunes, miércoles y viernes-, casi cinco horas, en turno de noche", señala.

Eva fue la primera mujer que recibió una trasplante de donante vivo Galicia. Tenía sólo diez años y el órgano se lo cedió su hermana. "A los ocho años empecé a encontrarme mal y unos análisis desvelaron que tenía insuficiencia renal severa", indica la joven: "Me pasé más de un año yendo y viniendo al médico, pero un día me puse muy mala y ya no salí del hospital. Empecé con la diálisis y, a los pocos meses, me hicieron el primer trasplante", destaca.

A partir de ahí, Eva pudo volver a hacer una vida normal hasta que, cuando tenía 18 años, su cuerpo rechazó el órgano y tuvo que iniciar de nuevo la diálisis. "En 1993 me sometí al segundo trasplante, esta vez de cadáver, pero no funcionó", apunta, y añade: "Cuatro años después me volvieron a operar y, aunque al principio el riñón era un poco vago, hasta ahora todo había ido sobre ruedas", recuerda.

Ahora, le toca de nuevo esperar. "Una amiga quiere donarme uno de sus riñones, pero aún no sabemos si es compatible", relata Eva, quien, pese a su situación, admite ser "una privilegiada". "Hay pacientes que llevan muchos años en diálisis y aún no han recibido su primer órgano", recuerda.