La hija de Manuela Polo, de As Pontes, no es el único bebé robado en la comunidad gallega. La Fiscalía de Galicia investigó otras quince denuncias de este tipo hasta el pasado mes de noviembre, de las que más de la mitad (nueve) fueron archivadas. "Las pesquisas son muy complicadas debido a la antigüedad de las pruebas y el hecho de que cada expediente tiene una naturaleza muy distinta", señalaba hace unos meses el propio fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, tras asegurar que su departamento investiga más de mil casos de niños robados.

A Coruña, con ocho demandas de este tipo, fue una de las provincias gallegas en las que se presentaron más denuncias. Una de ellas es la de María, una coruñesa que se pregunta dónde está su hermano quien supuestamente habría fallecido en el antiguo hospital Juan Canalejo en 1966. El pequeño nació un día 3 y falleció oficialmente un día 7. Sin ver al pequeño, los padres de María recibieron la noticia de su muerte y nunca supieron dónde lo enterraron. Ahora, ha descubierto que su hermano figura como vivo al día siguiente de su muerte oficial y que los papeles sitúan el fallecimiento del bebé en casa de sus padres "cuando no salió del hospital".

Un caso similar es el de Carlos García y Esther Martínez, quien dió a luz en Vigo en 1968, pero nunca llegó a ver a su hija. Pese a que el parto se produjo un 27 de noviembre, no fue hasta día y medio después cuando el doctor les comunicó el fallecimiento. "Éramos jóvenes y no cuestionamos al médico", sostiene Carlos, quien ahora no sabe si la caja que enterró contenía realmente los restos de su hija o no.

Un mismo proceso por el que pasaron Fernando Álvarez y Fuencisla Gómez, quienes tuvieron a una hija en el hospital San Ramón de Madrid, en 1971 y, ante las sospechas de que sea una niña robada, ahora la buscan desde A Coruña, su actual residencia. Tras un parto sin complicaciones, Fuencisla pasó la noche con la niña que estaba bien, pero al día siguiente le dijeron que había fallecido. Los médicos no dejaron que los padres viesen a la pequeña fallecida y les recomendaron que no la inscribieran en el libro de familia "porque decían que hacía mal efecto, al ser una pareja joven", recuerda Fernando.

Pero no siempre son los familiares quienes buscan a sus allegados. En el caso de José Eduardo Castro, vecino de Ordes, es él -un supuesto niño robado- quien espera poder conocer a su familia biológica. Nacido en el hospital de Cruz Roja de Vigo, en 1978, duda si su madre biológica lo dejó en la casa cuna de forma voluntaria o no, pero afirma que, durante años, una monja visitaba varias veces al año a a sus padres, "a quienes le daban un sobre que contenía entre 5.000 y 10.000 pesetas". Por ello, José Eduardo quiere que se conozca la verdad sobre lo ocurrido, especialmente, tras descubrir incongruencias en la documentación sobre su adopción.